TENSIÓN GLOBAL
¡Qué nueva es la nueva Guerra Fría!

“Analogías pueden ser tan esclarecedoras como engañosas”

Que la historia es maestra de la vida es tan cierto como que la historia no se repite pero rima. Ambas cosas hay que tenerlas en cuenta antes de ceder, como ocurre con alguna frecuencia, a la fácil tentación de las analogías.  Es decir, a la tentación de describir el presente como si no fuera más que una especie de re-edición del pasado, o como si bastara aplicar a los hechos actuales una etiqueta ya conocida para explicarlos. Las analogías pueden ser tan esclarecedoras como engañosas, y como instrumento de interpretación tienen un poder tan seductor como en realidad limitado.

Hace un par de semanas, y al fragor de uno de los episodios más críticos del dramático conflicto sirio, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres afirmó que la Guerra Fría estaba de regreso.  Esa idea es compartida por muchos líderes políticos y reconocidos analistas y estudiosos de temas internacionales.  Las alertas que encienden no son nada desdeñables:  el involucramiento de Estados Unidos y Rusia en Siria -en algo que evoca las “guerras transitivas” de los tiempos de la bipolaridad-; el envenenamiento del ex espía Sergei Skripal y su hija en Salisbury, atribuido por Gran Bretaña a los servicios secretos rusos; la imposición de sanciones por parte de Washington a varios miembros del círculo de oligarcas rusos más cercano al presidente Vladimir Putin; los riesgos de una eventual reactivación de la carrera armamentista cuyo telón de fondo es la inoperancia de algunas de las medidas de control de armamentos que en el pasado contribuyeron a rebajar la tensión entre estadounidenses y soviéticos; o la injerencia rusa en diversos procesos electorales -las elecciones en Estados Unidos o el referendo sobre el Brexit-.  Todo ello parece darle la razón a lo “analogistas”, y en consecuencia, parece respaldar sus conclusiones sobre el rumbo que podría tomar la política internacional durante los próximos años.

Sin embargo, las semejanzas en la superficie distraen de las diferencias sustanciales.

Para empezar, el mundo de hoy está lejos de ser el mundo bipolar de la Guerra Fría “original”.  Sin tener aún una respuesta definitiva a la pregunta sobre la naturaleza del sistema internacional, los internacionalistas hablan actualmente de apolaridad, interpolaridad, multicomplejidad, G-0, y los más conservadores, de multipolaridad, aunque acaso también en este caso se trate de una analogía igualmente equívoca.  De cualquier modo, la competencia geopolítica no se está dando entre dos únicas superpotencias (a decir verdad, Rusia está muy lejos de serlo, a despecho de su asertividad e incluso de su agresividad).  El mercado geopolítico se ha abierto considerablemente, y por lo tanto, también se ha abierto, segmentado y diversificado la competencia.

 

Por otro lado, aunque la dinámica política internacional contemporánea no está exenta de ocasionales tonos ideológicos, no es la ideología -una determinada visión del orden político, económico y social más deseable- la premisa sobre la cual se construye el antagonismo entre las grandes potencias.  Ninguna de ellas, por otro lado, encarna un proyecto global ni tiene aspiraciones universalistas como sí las tuvieron en su momento los Estados Unidos (los líderes del “mundo libre”) y la Unión Soviética (“proletarios de todo el mundo, uníos).

En un texto memorable, Italo Calvino intentó una vez entender en qué estribaba la novedad del Nuevo Mundo para los descubridores y los primeros exploradores europeos; y comprender la extrañeza que causaba en quienes, al otro lado del Atlántico, recibían las noticias -muchas de ellas enriquecidas con mitos y ficciones- llegadas del Extremo Occidente.  Los pobres europeos, desbordados por una realidad inédita, no tuvieron al principio otra alternativa que tratar de hacer encajar esa nueva realidad en los parámetros existentes y ajustarla a las referencias que más conocían y les resultaban más familiares.  Quizá lo mismo ocurre con la geopolítica contemporánea: es tan novedosa que, mientras se descubre su sentido más profundo, no hay otra alternativa que tratar de iluminarla, aunque sea tenuemente, con la ayuda -a veces engañosa- de las analogías.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales