Llegó el momento que les había anticipado hace ya algunos meses entre una dosis saludable de escepticismo y algunas notas cautas de optimismo. Llegaba la prueba ácida para Andrew Sean Greer y su querido personaje Arthur Less, el ficticio escritor que en 2018 conmovió al jurado del premio Pulitzer a través de sus dilemas existenciales tan comunes como anónimos. Finalmente, y apremiado por haber vencido en su polémica coronación a “A lo Lejos” de Hernán Díaz, el más reciente ganador del mismo galardón, era mucho lo que se esperaba de Greer y su secuela “Less Está Perdido”. El resultado final luego de haberla leído del tirón, como una curita autoadhesiva que se pretende arrancar para no doler, agridulce.
¡Y eso que yo quería creer en Greer! Particularmente porque soy un férreo opositor del matoneo literario y vaya si al pobre Less le ha llovido por todos lados. A veces por predecible y otras por ligero (como el nombre de su protagonista), pero al final nadie quiso hablar del elefante en la habitación: para un sector de la crítica, el primer tomo de las aventuras de Less es simplemente demasiado gay para el Pulitzer. Acostumbrados a historias con varias capas de complejidad sobre la América negra, como “Beloved” de Toni Morrison (1988) o “El Ferrocarril Subterráneo” de Colson Whitehead (2017), y novelas totales sobre el sueño americanom como “Pastoral Americana” de Philip Roth (1998) o “Las Asombrosas Aventuras de Kavalier y Clay” de Michael Chabon (2001), la batallita intercontinental de Greer sobre un homosexual despechado no fue recibida con especial alegría.
A pesar de ello, el problema real de “Less Está Perdido” es que Greer cometió un error imperdonable para cualquiera con su palmarés, escriba una novela queer o no: nos contó el mismo libro dos veces. Si en la precuela Less deambuló por múltiples países para conjurar la tusa que le partía el corazón tras su ruptura con Freddy Pelu, en esta segunda entrega Less deambula por múltiples pueblos de Estados Unidos con la excusa inverosímil de deber varios meses de arriendo mientras intenta hacer las paces con la distancia que le separa de su padre, la muerte de un antiguo amante y el agobio constante de sentirse “un mal gay”. Para la tercera parte, si la hay, no tendrá muchos más lugares por dónde deambular el buen Less, aunque siempre le quedan los barrios de su ciudad y los planetas del Sistema Solar.
Tristemente, cuando menos el texto es innecesario y aunque amplía los linderos del universo lessiano da demasiada munición a los enemigos de las segundas partes de los libros ganadores del Pulitzer. Esto a pesar de que “The Candy House” de Jennifer Egan, continuación de su premiado “El Tiempo es un Canalla” (2011), fue uno de los mejores libros del 2022 para The New York Times y una de las gratas sorpresas editoriales que dejó el año pasado. Así pues, para quienes apostamos por un Less mostrando su valía libre de prejuicios, nos estampamos contra un Greer demasiado ocupado en seguir estirando el chicle de su personaje.
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