Casi todo el mundo cree que la organización terrorista ETA desapareció hace 5, o 10 años. Pero eso no parece ser exactamente cierto.}
Está claro que se disolvió formalmente, pero habría que preguntarse si realmente ha pasado a la historia.
Tal parece que se camufló, mutó y se transformó en Bildu, un partido político que, de labios hacia afuera, rechaza el terrorismo, pero que, según ciertos sectores, está dedicado a revictimizar e intimidar no solo en el bienamado País Vasco.
De cara a las elecciones territoriales, el mencionado partido incluyó en su listado no a uno, ni dos, ni tres, sino a 44 personajes que hicieron parte de la banda terrorista, siete de ellos condenados por delitos de sangre.
Aun así, mucha gente afiliada al romanticismo terrorista podría decir que esa actitud político-electoral, lejos de ser condenable y abominable, es una muestra positiva de transformación positiva.
El problema surge cuando son los propios perpetradores quienes se descubren, quienes aceptan su verdadera condición y, en consecuencia, resuelven retraerse, replegarse y ponerse a buen cubierto al hallarse en evidencia.
En efecto, cuando la organización ‘Covite’, una de las defensoras de las víctimas del terrorismo en España, escruta con lupa las listas electorales de Bildu y descubre que todos esos militantes de ETA se han transformado en candidatos, el escándalo que se suscita parece expresar el sentimiento de repudio propio de una sociedad a la que tanto le ha costado edificar la democracia.
En resumen, si los propios filoetarras han expresado que, en caso de resultar elegidos renunciarán a posesionarse para no incrementar el dolor de las víctimas, están poniendo de presente que la violencia no puede ser admitida como método político en una democracia.
Por tanto, es apenas comprensible que algunas de las víctimas directas e indirectas del terrorismo se sientan aliviadas por el pronunciamiento pero que otras, en cambio, se vean agredidas de nuevo con todas estas maniobras de mercadeo político, manejo de imagen y manipulación informativa.
En todo caso, cabe preguntarse si los mutantes de Bildu habrán adoptado esa conducta por verdadera convicción, o si lo han hecho tan solo porque al verse desnudados no han tenido más remedio que replegarse.
Dicho de otro modo, si su cambio de actitud fuese sincero y si en verdad condenasen el terrorismo del que han hecho parte a lo largo de sus vidas, lo obvio hubiese sido que se hubieran abstenido de alardear como candidatos.
Porque, como se colige de lo acontecido, lo único que han hecho es soslayar la violencia directa tan solo para ufanarse de ser ahora los más avezados practicantes de la violencia indirecta, aquella que, en el fondo … ¡ puede ser más tóxica, destructiva e indignante que cualquier otra violación de la dignidad humana!
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