En el estado mayor de Sánchez ya han asumido que la calle es territorio hostil para el líder. La facilidad con la que el presidente atrae al ciudadano cabreado aconseja preservarlo del contacto directo con el pueblo soberano. Por eso sus asesores le aconsejan más debates y menos calle, más redes sociales y menos mítines.
Ahí encaja la noticia de que el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE proponga al líder el PP, Núñez Feijóo, hasta un debate semanal en los platós de televisión. De momento, Sánchez ya ha aceptado las cuatro propuestas lanzadas por otras tantas cadenas.
Cada uno juega sus cartas como mejor le conviene. Al titular, que sale perdedor en todas las encuestas y actúa a la desesperada, le interesa el cara a cara televisado. En sentido contrario, no creo que tan frenética exposición televisiva le convenga a quien sabe que su campaña debe ser de puro mantenimiento, sin correr riesgos, sin cometer errores, esperando simplemente que la ola del cambio haga su trabajo.
La renuncia de Sánchez al contacto directo con la gente, ya presentida en anteriores productos fallidos de culto al líder, parece la única línea clara en el tipo de campaña que diseñan Moncloa y Ferraz. "Democracia es elegir. Elegir con información contrastando propuestas. Eso tiene una traslación evidente en los debates limpios y equilibrados. Queremos que estas sean las elecciones de los debates democráticos", dice una nota informativa de los servicios de comunicación del Gobierno.
Menos calle y más debate. Parece clara la apuesta. En todo lo demás, hay división de opiniones sobre la estrategia a seguir para contagiar la moral de victoria al desalentado votante de izquierdas, en general, y del PSOE en particular. Tenemos a derrotistas convencidos de que es imparable el cambio de ciclo, como ya ocurrió en noviembre de 2011, frente a los optimistas aferrados al escenario de 2008, cuando Zapatero repitió en la Moncloa después de caer en las municipales de 2007.
Todo eso da lugar a enfoques distintos, e incluso contradictorios, sobre el tipo de campaña que les conviene a los socialistas para frenar la victoria de la derecha cantada con pronósticos renovados al alza en los sondeos posteriores a las elecciones autonómicas y municipales. Unos abogan por ir a un discurso transversal de "mayorías" y otros quieren vista a la izquierda para atraer los votos "yolandistas" y "pablistas", a fin de reproducir por la izquierda el efecto que ha producido por la derecha la desaparición de Ciudadanos.
Todo eso significa que el abatimiento aún no ha sido vencido por la exigible coordinación si se busca una remada conjunta para impedir la "ola reaccionaria", de la que habla el argumentario socialista después de la debacle del 28 de mayo.
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