Después de un paréntesis dedicado a reflexionar sobre las universidades y sobre los profesores y estudiantes universitarios, esta columna vuelve a lo internacional, a los temas y las preocupaciones que le son habituales.
También a lo internacional parece estar completando su regreso la cuestión de las armas nucleares. Completando, porque a pesar de lo que se podría pensar a primera vista -que ese retorno es otra de las consecuencias de la guerra en Ucrania-, la verdad es que el camino que ha conducido a la actual situación se viene allanando desde hace varios años. Su regreso, no porque las armas nucleares hubieran desaparecido (lo cual no deja de ser una utopía, por muy deseable que algunos la juzguen), sino porque han cambiado significativamente las condiciones geopolíticas y la configuración de la agenda de seguridad, así como cierta convergencia política que hizo posible el régimen internacional sobre armas nucleares, que en su momento rebajaron significativamente la preocupación global por el riesgo que éstas representan -incluso aunque ocasionalmente se encendieran, con mayor o menor intermitencia-, algunos focos de alerta.
Ahora la alerta ha dado paso a la alarma y la intermitencia a la continuidad. Así ocurre en el caso de Irán (que, en el mejor de los escenarios, permanecerá indefinidamente al límite de obtenerlas) y en el de Corea del Norte (que, a diferencia de Irán, ya tiene las suyas y ha intensificado sus pruebas y ensayos de vectores, lo cual añade otro ingrediente al polvorín en que se ha convertido la región).
Por otra parte, al fragor de la guerra no han faltado las insinuaciones rusas sobre la posibilidad de usar armas nucleares tácticas contra Ucrania -una desvergonzada e irresponsable banalización de lo que ello implicaría-. Para rematar, el presidente bielorruso acaba de anunciar que ha empezado a ejecutarse el despliegue de este tipo de armas en su territorio, según lo había acordado con Putin, no sin advertir que algunas de ellas son “tres veces más poderosas que las lanzadas por Estados Unidos sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945”. Que el control de las mismas siga estando en manos de Moscú no es ningún consuelo.
El Stockholm International Peace Research Institute (Sipri) divulgó el lunes su reporte anual sobre armamento, desarme y seguridad internacional. Según su investigación, el número de armas nucleares operativas ha aumentado al compás de los planes de modernización y expansión adoptados por los Estados que ya disponen de ellas.
El deterioro de las relaciones geopolíticas explicaría lo que ya tiene cara de ser una tendencia a largo plazo, tanto más preocupante cuanto la diplomacia nuclear, los controles internacionales, el desarme, las medidas de construcción de confianza, y los canales de comunicación -de los cuales ha dependido el mantenimiento del orden nuclear internacional- atraviesan uno de sus peores momentos en décadas.
De regreso a lo internacional, uno hubiera querido encontrar mejores noticias. Pero difícilmente son buenas noticias los indicios de que a lo internacional también el pasado está de regreso, por más cautela que uno se imponga a la hora de hacer analogías.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales
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