De Robespierre a la pandemia

El 6 de abril de 1793 se crea el Comité de Salud Pública de la revolución francesa y nace el “Régimen del Terror” presidido por Maximiliano de Robespierre. Personaje nefasto y que figura entre los mayores demagogos de la historia. Defensor ardiente e inflexible de la moral revolucionaria, centrada en inflamar el odio contra el antiguo régimen y exaltar esos criminales a los altares revolucionarios. Robespierre, exalta a ultranza la democracia radical y la salud pública del Estado liberal y la revolución.

La figura demoniaca de Robespierre crece y se afinca entre los demagogos más audaces del momento, por cuanto dos años antes había dejado de existir el conde de Mirabeau, el más brillante de los políticos de entonces y capaz de dominar con su verbo a los delegados del Tercer Estado, antesala de la Asamblea revolucionaria, la que convocada por el Luis XVI, lo decapita. La muerte de Mirabeau, en la cúspide de su predomino político, resultó fatal para la monarquía y los partidarios del cambio sin violencia.

El filósofo José Ortega y Gasset dedica uno de sus sutiles ensayos a demostrar que Mirabeau encarna, con sus virtudes y defectos, el político que va prevalecer en el mundo de la democracia occidental durante y después de la revolución francesa. Si el conde no hubiese partido al otro mundo antes de tiempo, quizás el discurrir de la historia habría sido diferente ya que un caudillo como él habría abortado la revolución en su madriguera. Esas hipótesis suelen surgir cuando se compara la historia de una época con otra.

Robespierre dice encarnar la soberanía popular, supuesto falso que justifica los crímenes de la revolución y la democracia. Desde el Comité de Salud Pública procede a ordenar la ejecución de la realeza, los nobles y sus agentes, que no tienen como defenderse y son ajusticiados en algunos casos simplemente por el sólo hecho de existir. Prevalece el odio de clases sobre la razón, en pleno apogeo del racionalismo.

Me viene a la mente la imagen del incorruptible Robespierre en estos tiempos en los que por cuenta del coronavirus los “expertos” en salubridad pública toman la voz cantante de la defensa de la sociedad y por cuenta de sus consejos a los gobernantes pueden acelerar la muerte de unos o determinar la ruina económica general. En Colombia el Congreso se vuelve virtual y renuncia a parte de sus responsabilidades, el Gobierno central legisla por decreto y so pretexto de defender la salubridad pública se imitan las medidas que en Europa y otros países toman para combatir el mortal virus, sin que todas convengan.

Una de esas es la cuarentena tipo Edad Media, no sin sembrar previamente el terror entre la población. Según las cifras exponenciales de los “expertos” sobre la evolución del virus en Colombia, en el mes pasado tendríamos 30 millones de infectados y un elevadísimo número de fallecidos. Por lo que se debían guardar todos en casa o embutirlos en tugurios infectos.  Lo que contradice la norma elemental que se enseña en kínder: las manzanas podridas se aíslan de las sanas para que no se contagien y degraden. El confinamiento en Kennedy multiplica los contagios. Al caer el consumo las quiebras generalizadas en cadena agobian el país. Mientras el virus se debilita, la crisis económica crece.

La izquierda en los Estados Unidos apuesta a ahondar la grieta económica para derrotar a Trump, así como a desestabilizar nuestra región y a nuestro país. Pretenden inmolar primero a Álvaro Uribe, para incitar las turbas a ir por la cabeza de Iván Duque.

No os engañéis: ¡vivimos agitados y aciagos tiempos revolucionarios!