Algunos temas, como éste, se llenan de tesis, pero distan de precisiones en la realidad. Pareciera difícil de asociar, como debe ser, a todos los servidores públicos con el hecho de ser un ejemplo para la sociedad. Por supuesto, no se puede generalizar. No se trata de hilar por lo fino todas sus acciones y tampoco de medirlas solo por su cumplimiento de la ley, por su permisividad o prohibición, si no, por el contrario, de ir más allá y cuestionarlas desde el visor de la pulcritud y el decoro, como un arte olvidado.
Al tocar las inhabilidades como concepto, la Corte Constitucional (Sentencia C-500 de 2014) subraya que su finalidad no es otra que la de preservar la pulcritud de la administración pública, garantizar que los servidores públicos sean ciudadanos de comportamiento ejemplar y evitar que sus intereses personales se involucren en el manejo de los asuntos comunitarios, comprometiendo la imparcialidad, moralidad, igualdad y eficiencia de la administración.
En este mismo sentido el editorial Pulcritud en el manejo de lo público, en Expreso del Ecuador, se recalca cómo el respeto que las instituciones del Estado demandan para ejercer la autoridad es consecuencia directa de la pulcritud de quienes toman las decisiones y administran los dineros (2020).
Desafortunadamente, estando en el poder algunos se hacen a la idea que pueden saltarse el conducto regular, la norma o simplemente se usan los recursos o herramientas a disposición para intereses personales. La lista puede ser interminable: las sobrefacturaciones, las vinculaciones de familiares a distintas instancias del Estado, la falta de nitidez en las hojas de vida, no cumplir con requisitos de ley o utilizar desde el polígrafo hasta el servicio de los automóviles o conductores asignados para labores no propias del cargo son algunos ejemplos.
Se supone que el hecho de ser servidor público no da lugar en equidad a tener ningún tipo de preferencia. Sin embargo, ese principio de la cantada transparencia que implica la debida gestión de los asuntos y de los bienes públicos no se asimila muchas veces con la integridad de parte de algunos de los que asumen un cargo público.
Tener delicadeza, como se dice en el argot popular, es parte fundamental de la gestión del servidor o funcionario del Estado. También en lo público juega la pulcritud en el lenguaje. Un discurso constantemente divisionista de la sociedad simplemente enturbia los ánimos y las mentes.
Suena idealista, pero siempre se espera que quienes gobiernen tengan el más alto grado de pulcritud en sus actos. La suciedad le es su antónimo, y lo son no sólo los grandes actos de corrupción si no también el descaro en el uso del poder y propiciar la inequidad en los procesos y trámites. Cuánto bien haría a los servidores públicos, no delicados, que el portal de la organización de transparencia Colombia, las instituciones y los mismos contratos promulgaran continuamente la frase de Martin Luther King Jr: “Sigue moviéndote. Que nada te detenga. Avanza con dignidad, honor y decoro”.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI
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