EL NUEVO PAÍS
Gremios y posconflicto

Los Acuerdos de Paz en La Habana son ya una realidad; no queda más que prepararnos para lo que sigue.

El pueblo concurrirá a las urnas a refrendarlos con una gran expectativa y mucho optimismo, esperando que ojalá se cumplan.

Con los Tratados de Libre Comercio se nos fue el tiempo "exigiendo" que no se firmaran, cuando hubiese sido mejor  haber estado atentos a una buena negociación; o por lo menos, haber evitado que el país saliera tan mal librado frente a las amenazas del intercambio comercial.

En esa ocasión, como ahora, fueron unos pocos los que redactaron y firmaron, mientras el resto del país observa y obedece.                  

Por supuesto, son temas muy distintos el uno del otro, pero el método es igual.

Lo más grave es que sabiendo como suceden las cosas en Colombia, para el caso del posconflicto tampoco hicimos nada por prepararnos. 

No obstante, ya "entrados en gastos",  no queda más que asumir el reto y encararlo con inteligencia, pero también con carácter y mucha prudencia.      

Y es ahí a donde quiero llamar la atención de los gremios y su obligación de participar en un proceso que se dice abiertamente “incluyente", en particular dentro de sectores como el agropecuario, donde se ha de concentrar la mayor parte de la atención del Estado. 

Se avecina, por ejemplo, un ejercicio semejante al de la Reforma Agraria del siglo anterior, utilizada como paliativo para resolver el conflicto armado de ese entonces y cuyos resultados resisten toda suerte de cuestionamientos. 

Ahora, que la insurrección ha anunciado su determinación de intervenir en política, entonces la situación se vuelve aún más compleja, siendo ese un aspecto que no puede pasar inadvertido.

Tanto que a criterio de algunos analistas, "para las Farc estas conversaciones de paz fueron parte de un salto cualitativo dentro de la guerra de clases y su plan estratégico que los conducirá al poder (...)"

E igualmente, querrán hacerlo desde los gremios y demás instancias de la sociedad civil.

Es posible entonces que lo hagan utilizando sus propios órganos de opinión o simplemente tomen posesión de los ya existentes.

Y porque no decirlo, hacer parte de los gremios  tradicionales, creados desde hace muchos años dentro del marco constitucional y legal, pero especialmente  con el reconocimiento, el respeto y la confianza de la sociedad.

Así las cosas, para la época que se avecina, los gremios actuales fácilmente podrían ser permeados dejando de ser lo que son para pasar a convertirse en una nueva expresión de la sociedad civil "legítimamente constituida" como parte de la estructura del "Nuevo País".

De ahí que en tiempos difíciles como los actuales y particularmente a raíz de lo que nos depara el posconflicto y la vinculación de sus actores en la dinámica cotidiana, los gremios deben permanecer consolidados y en condiciones de defender sus propósitos del brazo de los organismos oficiales y mediante programas que les garanticen su integridad.               

Por ese motivo, ahora más que nunca, hay que tener en cuenta a los voceros gremiales y asegurar para ellos el apoyo y la solidaridad requeridos. De manera contraria sería ceder el espacio conquistado durante muchos años de perseverancia y meritorias realizaciones.