Barrio de pillos

Paradójicamente, para cualquier autor ganar el premio Pulitzer de ficción es, al mismo tiempo, un honor por el reconocimiento a la obra que acaban de terminar y una maldición instantánea para la siguiente que tienen que comenzar. No son pocos los que se han quebrado bajo la presión agregada de los reflectores, desbarrancando su carrera hasta caer en el olvido y elevando su galardonado libro a la infame categoría de one hit wonder, en el mismo altar donde reposan el “Gangnam Style”, “La Bomba”, “Mayonesa” o “Aserejé”.

Ahora, imagínense el día después de ganar un segundo Pulitzer consecutivo y tener que sentarse frente al computador, con las teclas ardiendo como metal fundido, sabiendo que el planeta entero está esperando que de sus manos fluya una tercera obra maestra para alcanzar el, hasta ahora esquivo, hat-trick literario. Bueno, pues por el momento Colson Whitehead es la única persona del mundo que conoce esta sensación tras haber maravillado a la crítica con “El Ferrocarril Subterráneo” (Pulitzer 2017) y “Los Chicos de la Nickel” (Pulitzer 2020).

Su siguiente obra, “El Ritmo de Harlem”, publicada en español este año, tuvo la colosal tarea de cargar sobre sus hombros, cual Atlas de papel, el peso de la expectativa global, y aunque no es tan contundente como sus dos laureadas predecesoras, sigue siendo un texto muy sólido y tremendamente bien escrito. Si ayer Whitehead nos conmovía hasta las entrañas con la cara más hostil del racismo norteamericano, hoy nos mete de lleno en los engranajes de la Nueva York negra de los años sesenta y nos pasea de la mano por el convulso universo de la Calle 125, entre Riverside Drive y Madison Avenue. Sus descripciones geolocalizadas son tan ricas y precisas que para la página final realmente sientes como si hubieses estado allí.

Un libro en el que Whitehead ha querido divertirse sin mayores pretensiones contándonos la historia de Ray Carney, un vendedor de muebles quien hace la vista gorda comerciando con objetos robados que su primo Freddie le lleva hasta verse arrastrado a una vorágine de delincuentes, traficantes y sobornos al involucrarse en un gran golpe al ya extinto hotel Theresa de la Séptima Avenida.

Aunque su marketing lo presentó como un relato de atracos en clave de “La Gran Estafa”, “El Ritmo de Harlem” es muchísimo más que eso. Es la crónica de uno de los guetos más autóctonos y palpitantes de Nueva York, con exquisitos personajes construidos con tiempo y cariño en medio de movimientos sociales que claman por mayores derechos civiles contra la brutalidad policial entre los desmanes históricos de 1964.

Mientras tanto, esta semana sale en Estados Unidos su secuela, “Crook Manifesto”, una nueva entrega de las aventuras de Carney en aquel fantástico barrio de pillos con cameo especial de un concierto de los Jackson 5 sobre el que girará la trama. Si bien puede que con ella no se gane otro Pulitzer (o quién sabe), sin duda seguirá consolidando a uno de los más grandes narradores de nuestros tiempos y mi principal candidato para el Nobel de Literatura de 2041.

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