Un año de gobierno

Colombia fue objeto de centenares de comentarios internacionales con la llegada al poder de un presidente calificado de izquierda a falta de adjetivos más precisos. Lo que es como si en un viaje sideral un guía se sometiera a referencias espaciales solo válidas para tierra firme. Que es un alivio, por motivos de brevedad, para los comentaristas. Pero claro, es un facilismo.

Lo que sí es más seguro decir es que este país tiene instituciones democráticas fuertes que los gobernantes de cualquier denominación se ven obligados a respetar. Aún si el elemento belicoso de la maleable opinión partidista acepta más ese facilismo. Y precisamente por eso uno puede obviar leer a quien de entrada se declara de izquierda o de derecha, ya se sabe casi con certeza cuál es su guía espacial y podemos omitirla precisamente porque nos interesa más el viaje.

Se dijo que el nuevo presidente llevaría el país al desastre social de Cuba, Venezuela o Nicaragua. Y que los empresarios huirían despavoridos. No ha sido así. Un fiscal que encarna esos facilismos dijo que sacaría a su familia del país por miedo al dictador, sin notar que su propio cargo era una prueba en contrario. En todo caso el llamado dictador tiene, al final de este año: al hijo preso por órdenes de la justicia colombiana, las instituciones judiciales le revocaron el nombramiento del Contralor nacional, además le quitaron la curul nada menos que al presidente del Senado de su grupo político. Y se ha visto obligado por un motivo u otro a sacar a 13 ministros en este año, incluyendo a su colaboradora más cercana en el gabinete, y a un patán que fungía de embajador en Caracas. Pongámonos de acuerdo en el desacuerdo, se trata de un dictador muy singular.

Esos efluvios partidistas de los espectros políticos dibujan un lienzo simétrico de odios y apasionamientos a los que no nos podemos aclimatar si queremos de veras al país. La inteligencia que se aclimata a esos efluvios, pierde la capacidad de discernir. Tampoco se trata de ser “objetivos” “imparciales” lo que denota falta de modestia o de ánimo. Si no más bien de procurar salirnos de un cuadro en el que solo hay dos puntos cardinales.

En la otra institución que es el Congreso nacional, el gobierno ha sufrido fuerte derrotas en la elección de las presidencias de las comisiones. Sus reformas (buenas o malas) han sido cuestionadas, mitigadas, atemperadas por la oposición y en ocasiones, rechazadas.

El Banco Central sigue amparado por la Constitución del 91, mantiene su autonomía. El presidente puede no estar de acuerdo, pero no ha violado esa autonomía. El embajador de Estados Unidos en Bogotá afirma que Colombia es el más valioso aliado de su país en el hemisferio. Aunque no mencione las intenciones de buscar que los norteamericanos mitiguen su desmedida adicción a los estupefacientes, talvez por la muy humana dolencia de no poder percibir el mar en el que se ahoga.