VISIÓN INTERNACIONAL
Biden en Serbia

El que probablemente sea el último de sus periplos como vicepresidente de Estados Unidos, llevó la semana anterior a Joe Biden a Serbia y a Kosovo.  En Belgrado, el toque anecdótico corrió por cuenta del Partido Radical, un movimiento ultra-nacionalista, que aunque minoritario en el parlamento logró congregar en las calles de la capital serbia una sonora manifestación a favor del candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, vitoreado como una alternativa a la globalización, un amigo de Rusia y el hombre capaz de demoler los viejos centros de poder estadounidenses.  En Kosovo, en cambio, un Biden conmovido hasta la médula ha asistido a la inauguración de una carretera en honor de su hijo Beau Biden, fallecido en marzo del año pasado, y quien asesoró al gobierno de Pristina en su lucha por la independencia, declarada unilateralmente en 2008.

Biden ha aprovechado su visita a los Balcanes para expresar sus condolencias por las muertes que causó la intervención militar de la OTAN -desplegada al margen del Consejo de Seguridad de la ONU y justificada por razones humanitarias- durante las guerras de la década de 1990.  Y ha subrayado una vez más la importancia de la “reconciliación” entre Serbia y Kosovo; algo que para Bruselas es condición imprescindible para la plena integración de ambos en Europa (lo que quiera que “Europa” signifique a estas alturas).

La visita del vicepresidente estadounidense ha evocado una vez más el eco de la Guerra Fría, y para muchos no está desconectada del reciente acercamiento entre Turquía, Rusia e Irán.  A fin de cuentas, los serbios han sido aliados históricos de los rusos (con quienes comparten además la identidad eslava y el cristianismo ortodoxo).  Y mientras Moscú coquetea con Ankara, ¿por qué habría Washington de permanecer impasible?

Hace un cuarto de siglo, un golpe de Estado desesperado quiso detener la marcha de la historia deponiendo a Gorbachev, y acabó acelerando el colapso de la Unión Soviética.  Resulta curioso que después de tanto tiempo se siga acudiendo al lenguaje y a la lógica de la Guerra Fría para explicar los avatares de la política internacional, como si el pasado estuviera de vuelta o nunca se hubiera ido del todo.  Sin embargo, como dijo el escritor estadounidense Mark Twain, la historia nunca se repite… pero con frecuencia rima.  Y son precisamente las rimas de la historia las que encierran la clave para entender el presente e iluminar el futuro.  Por eso se equivocan tan gravemente los que pretenden, simplemente, hacer caso omiso de ellas. 

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales