Una foto publicada en El Tiempo muestra un fragmento de la bandera nacional y una parte del cuerpo de un patrullero de la Policía Nacional, al fondo de la imagen. El plano enseña enseguida la figura del magistrado de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, Eugenio Fernández Carlier. El escudo de la Corte en su toga y la posición de la mano derecha son señal de estar enfatizando algo de lo que le está diciendo a dos ciudadanos que han recibido autorización para acercarse al estrado. Al lado del magistrado, las manos apoyadas en el estrado, la cara seria y el gesto adusto del que oye algo muy importante, está su magistrado auxiliar, Ariel Torres Rojas. De pie frente a los funcionarios judiciales, Hollman Morris y Álvaro Uribe, a la izquierda y a la derecha, respectivamente, como corresponde a sus talantes.
La evidencia documental fue lograda en la audiencia de conciliación que como requisito pre procesal debió adelantarse en la Corte Suprema de Justicia a propósito de la denuncia formulada por Morris contra Uribe por un delito contra el patrimonio moral.
Que denuncien a Uribe por injuria o calumnia no tiene nada de raro. Y que el denunciante sea un militante de la izquierda, es menos raro aún. Lo que si es muy raro es que semejante par de joyas lleguen a un acuerdo conciliatorio. Que cada uno haya decidido ceder en su respectivo radicalismo en aras de un acuerdo consensuado, eso sí es histórico.
El milagro lo hizo posible el magistrado Fernández Carlier, de la Sala de Casación Penal, que tuvo a su cargo la audiencia. Logró hacerlo porque actúo como conciliador verdadero, despojado de cualquier autoritarismo o dogmatismo de juez o de cualquier vicio de abogado. Fue clave haber dejado hablar libremente a los contendientes. Como boxeadores, cada uno desde su esquina dijo lo que quiso. No los interrumpió. Los dejo desahogarse, así lo que dijeran no tuviera nada que ver con el tema.
Al final los instó a reflexionar sobre su responsabilidad social como ejemplo, cada uno, de miles de seguidores. No lo dijo nadie, pero todos debieron pensar en la vieja fórmula de los abuelos: “Siempre es mejor un mal arreglo que un buen pleito”.
La audiencia era privada, pero el arreglo se hizo público como parte de la retractación de Uribe y de la reparación a los derechos de Morris, pues no era justo que, como decía Alfonso López de Misael Pastrana, lo insultara en público y lo desagraviara en privado. Sin embargo deberían hacerla pública y volverla manual de jueces y fiscales.
La conciliación y todos los demás mecanismos pre o extra procesales de solución de conflictos son el único modo de descongestionar la administración de justicia. La verdadera reforma judicial ocurrirá cuando jueces y fiscales se tomen en serio las audiencias de conciliación y las asuman con liderazgo, sin dogmatismos de abogados y sin autoritarismos de funcionarios, sino como verdaderos conciliadores o amigables componedores.
Tanto que Santos ha buscado una conciliación con Uribe. Que lo denuncie, de pronto concilian en la Corte.
@Quinternatte
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