Alfonso Palacio Rudas, ilustre hijo del Tolima, ex parlamentario y ex ministro de Hacienda, nacido en la ciudad de Honda, fallecido en 1996, dedicó sus años al estudio de los temas de la economía y la política, y a través de su columna del Cofrade, en El Espectador, decía que antes de aceptar las cosas tal y como se presenten hay que hacer un juicioso análisis de la naturaleza, causas y consecuencias de las mismas; o sea, "no hay que tragar entero"; particularmente tratándose de las determinaciones adoptadas en el escenario político.
"El maestro de los que no tragan entero", tituló el diario Nuevo Día de Ibagué, refiriéndose a Palacio Rudas, en el año 2012, al cumplirse el primer centenario de su nacimiento, para significar que él siempre creyó en que debía escucharse todos los planteamientos y discutirlos para tomar apropiadas decisiones como resultado de un debate abierto y crítico.
Sus enseñanzas fueron muchas, e igualmente prestó un gran servicio al país al ocupar destacas posiciones desde donde hacia valer sus puntos de vista.
Poseía una gran biblioteca, con más de 65 mil libros y cientos de revistas de todos los temas.
Así las cosas y trayendo a colación este importante legado, cuando los colombianos hoy vivimos un momento en el que a criterio de " los cofrades" o herederos de esa escuela de pensamiento, podríamos recomendar no seguir "tragando entero" y más bien, exigir una mayor interlocución entre los ciudadanos de bien y quienes mueven los hilos del poder, pues tenemos derecho libremente a procurar lo mejor para la colectividad y la obligación de contribuir al bienestar de las generaciones presentes y futuras.
El plebiscito es ya un hecho que solo proporciona dos opciones, votar por el Sí o por el No, tan válida la una como la otra siempre que obedezcan al dictamen de la propia conciencia y a la libertad de acción de cada quien.
Tan legítimas son las razones de los que no queremos más confrontación armada, como la de quienes le temen a las sorpresas que deparan los acuerdos con las Farc firmados en La Habana, en medio del más absoluto misterio.
Igual incertidumbre genera el Si como el ´No; hay desconfianza en la reconciliación tal cual se propone, pero también existe temor de volver a bañar el país de sangre y terror.
Se trata entonces, de hacer un juicioso análisis de la naturaleza, causas y consecuencias de nuestra decisión al momento de sufragar.
No "tragar entero" , decía el "Cofrade".
Entre tanto, debe proporcionarse la pedagogía y los argumentos para ayudarle al pueblo a decidir.
Estamos a tiempo.
Las mayorías reales, no las de las encuestas, están indecisas. Es el momento de informar, ilustrar, analizar las bondades y consecuencias tanto del Sí como del No.
Además, porque el posconflicto es una etapa que requiere del compromiso convencido y consecuente de toda la ciudadanía.
Una u otra realidad es lo que nos espera y somos nosotros quienes la escogemos.
Una determinación de tanta trascendencia no se puede manejar a espaldas de la realidad.
Los gremios, las asociaciones, los sindicatos, las organizaciones comunitarias, las universidades y las diversas instancias de opinión tienen derecho a expresarse abiertamente, con sinceridad y sin restricciones.
Así que quienes no estén de acuerdo puedan ejercer el derecho al disenso, con garantías, y sin tenerle miedo a la democracia.
El Gobierno no puede darse el lujo de escoger con quién hablar, ni la oposición dedicarse solamente a sembrar la duda y el pánico.
Se requiere, objetividad, serenidad y confianza.
Es necesario escuchar todos los planteamientos y discutirlos para tomar una decisión acertada y coherente, acorde con lo que el país espera y las mayorías voluntariamente determinen.
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