En el acto de la firma del Acuerdo de Paz en Cartagena el presidente Santos hizo referencia a frases de algunas estrofas del himno nacional que escribiera el presidente Núñez para un acto conmemorativo de la independencia de Cartagena. Las estrofas del himno conforman un canto de inspiración patriótica que alude a los valores y principios fundacionales de nuestra nacionalidad, que lo dice casi todo. Por ello no era necesario agregarle una nueva estrofa como impropiamente lo propuso alguna agencia de publicidad. Ni siquiera a Chávez se le ocurrió modificar el himno de Venezuela.
Por otro lado, los suscriptores del Acuerdo de Paz invocaron a su manera expresiones conocidas de García Márquez, como la necesidad de tener “una segunda oportunidad sobre la tierra.” Fue un oportuno homenaje a la memoria de nuestro nobel inmortal. Pero, curiosamente, ninguno evocó la figura histórica del Libertador, el gran guía espiritual de la Nación; un guerrero que luchó por la independencia, nos devolvió la libertad y respetó las reglas de la civilización sobre el trato a los prisioneros de guerra. Las Farc, que se reivindican bolivarianas, no hicieron por conducto de su jefe la más mínima alusión a su espíritu libertario, ni a su pensamiento político.
Al examinar en el Acuerdo de Paz el punto sobre el tema agrario, se concluye que no encuentra uno razón que explique 50 años de violencia para negociar lo que finalmente se acordó. Si esa era la médula de su plataforma ideológica, no debió librarse una confrontación armada. Aquí no hubo ninguna revolución agraria. Hay que titular el 65 por ciento de los predios rurales Ello nos hace pensar que en el balance estratégico de la confrontación, las Farc efectivamente se habían convencido que no tenían ninguna capacidad militar para seguir enfrentando al Estado. En otros términos, que habían perdido la guerra. Hoy los conflictos armados no buscan la aniquilación total del adversario, sino doblegar su voluntad.
De otro lado, el jefe de las Farc ofreció “perdón a todas las víctimas del conflicto por todo el dolor que hayamos podido ocasionar” en tantos años de apelación a la violencia, como hoy lo exigen los fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Falta ver si el grueso de las víctimas lo aceptan. Creo que ello depende de que efectivamente haya verdad, justicia y reparación, vale decir, si tales derechos se satisfacen adecuadamente.
Por su parte, aunque la reconciliación en una sociedad tan fracturada y afectada por la violencia como la nuestra es un propósito mayor, no deja de ser un poco ideal. La reconciliación es un proceso de construcción colectiva que involucra diferentes elementos y variables; ello no se logra únicamente con la petición de perdón. Por lo menos aspiremos a ser tolerantes que, en mi opinión, es el nuevo sillar en donde descansa la paz y la convivencia civilizada, mientras allá llegamos.
Busquemos no tratarnos como enemigos, sino como adversarios en una sociedad en la que, como ciudadanos, todos tenemos derechos.
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