BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD
Nico, Vale y Toñita

Queridos nietos, este es mi testimonio:

El hijo de rana, Rinrín renacuajo
saldrá el domingo  muy tieso, muy majo.
Con pantalón corto, corbata a la moda
sombrero encintado y chupa de boda

 

Para ese día citó en el camino, a un ratón vecino
y le advirtió: -¡Amigo!- ¿Vendrá  usted conmigo?

Votaremos todos juntos por la paz

Y tendremos futuro y una vida solaz!

 

Ciertamente, nietos míos, muchos déspotas amargados y enfermos de odio se disponen a rechazar la  esperanza de un mundo distinto al que nosotros: tus abuelos, padres, tíos, maestros, empleados, chóferes, amigos, padrinos, parientes y todos los campesinos, obreros, soldados, enfermos moribundos, pordioseros hambrientos, huérfanos, ancianos desilusionados y el pueblo humilde en general, hemos habitado durante doscientos años de injusticia , violencia, mentira, tiranía  y guerra sin respeto ni moral.

Para el domingo dos de octubre nos convidan a un cabildo abierto para terminar con fraternidad el viacrucis del pasado y construir un país, una patria para todos, sin rencores ni vanidades, la tierra maravillosa de Alicia, que es la herencia que yo quiero para Nico, Vale y Toñita y para todos sus iguales, a quienes debemos dejar una huerta en la que se pueda sembrar el amor y la solidaridad humana.

Es por toda esta histórica tristeza y decepción que les dejo mi testimonio y decisión de sembrar una semilla de ensueños e ilusión, apoyando la propuesta para un mundo mejor, universo que no será simple fantasía si todos a una y con fe y voluntad aportamos un granito de arena para construir una Colombia que respete la dignidad del ser humano, su vida y libertad. Un país que  olvide  la venganza y rescate la fraternidad; una sociedad que se aparte de los abusivos del poder y se decida por vivir en paz. “¡No más cólera! ¡No más odio! Solo el amor, el viril amor del hombre por su especie y por su semejanza!”, como lo pregona la audiencia en el Sueño de la escalinatas, esa es la invitación que  ahora,  en este momento de la historia y la leyenda,  hace en esta importante audiencia la imaginación al pueblo  para que sea su soberanía la que decida su suerte y su destino.

Amiguitos míos, una fábula antigua cuenta que había una vez un  pastor que vivía en una aldea poco tranquila. Él  habitaba en el Ubérrimo y tenía la fea costumbre de decir mentiras. Alarmaba a los habitantes  gritando viva el No, abajo la paz y que muera  la guerrilla si queréis vivir contentos.

Pero el pueblo, pensándolo bien, entendió que ese pastor solo intentaba asustarlos, sembrar el terror y el miedo para que continuara la guerra y el siguiera siendo su héroe y su baluarte, para seguir gobernándolos y  ser así Rey de los cobardes.  Por eso los vecinos  resolvieron asumir con valor su destino,  nunca más creerle y confiar de buena fe en el amor y la concordia.