Colombia se ha acostumbrado tanto a la violencia y a la confrontación armada y fratricida que muchos dudan que la paz se logre consolidar en el llamado posconflicto. Somos por idiosincrasia o “indios sin gracia”, -quizás heredada de nuestros ancestros nativos- un pueblo por naturaleza pesimista, así algunos analistas demográficos incitan en que somos un pueblo feliz.
Esa violencia entre hermanos sembró en nuestros corazones una atávica desconfianza y ésta tiende hoy a aparecer a flor de piel cuando nos empeñamos en entender y comprometernos con los acuerdos firmados en La Habana entre el Gobierno y los guerrilleros.
Pero debemos superar ese escepticismo con un verdadero acto de fe colectiva, que proyecte nuestras voluntades así renovadas hacia un contundente Sí plebiscitario. No es poca cosa la que está en juego y no podemos permitir que voces agoreras se impongan sobre las resueltas voluntades que deseamos un mejor país.
Creemos que a estas alturas del debate -porque debate si ha habido y en forma extensa y profunda- la dirigencia nacional al menos comprenda que esta oportunidad sólo se presenta cada centuria, como puede atestiguarlo la recordación del frente civil que puso fin al desangre liberal-conservador y en épocas más remotas, las de la Regeneración, permitió que Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro, refundaran la República y pusieran punto final a un rosario interminable de guerra civil.
Es claro que el descriteriado No propuesto por el doctor Álvaro Uribe Vélez es un verdadero salto al vacío y no tiene ningún horizonte que nos beneficie. Uribe Vélez abusa del gran prestigio que dejó tras su primer gobierno -su segundo fue un desastre- y busca convencernos de que el No permitirá una renegociación. Cosa que es una falacia.
No hay que dejarse engañar por esos cantos de sirena y hay que recordarles a quienes así piensan que si bien el acuerdo es imperfecto nos evitará la continuación de una guerra perfecta. El camino hacia la paz está lleno de dificultades, contradicciones y emboscadas pero es el único camino que tenemos por recorrer. Pero no sobra repetirlo: tenemos que recorrerlo todos.
El verdadero desarrollo del país político, económico y cultural vendrá con el amanecer de la paz. Y mucho más si apostamos, como debemos hacerlo a que Santos termine de hacer moñona firmando la paz en el ELN. Y no se trata de que el mandatario este persiguiendo como lo aseguran sus detractores, el premio Nobel de la Paz. Seguramente se lo merece y se lo van a dar, pero esto es apenas una distinción coyuntural, y lo que él busca es pasar a la historia. “no es el Nobel, estúpido, sino la historia”, podría parafrasear el mandatario.
ADENDA
Hay que votar mañana para poder sentirse protagonista de esa historia. No hacerlo es voltearle la espalda a los compromisos con nuestros hijos y las futuras generaciones. Al expresidente Uribe le esperan tiempos difíciles, pero seguramente sabrá sortearlos.
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