La firma del Acuerdo de Paz con el grupo guerrillero más antiguo y con mayor número de integrantes se ha firmado. La ceremonia ha transcurrido con la presencia de las consabidas autoridades civiles, eclesiásticas y militares. Y con una extensa y prestigiosa lista de invitados internacionales. Como debe ser. No todos los días somos testigos de la derrota de la violencia como partera de la historia.
Hubo presentes importantísimos. Y ausentes que lo son aún más. Entre estos últimos, la Administración de Justicia. Ninguno de los Presidentes de Altas Cortes acudió. Las señoras Presidentas de las Cortes, Suprema de Justicia y Constitucional se marginaron del evento. E igual actitud adoptó el Presidente del Consejo de Estado.
La imagen es simbólica. O mejor aún, la ausencia de una dónde esté la Rama Judicial en el acto de suscripción del Acuerdo de Paz. Y no faltará el oportunista político que intentará sacar partido del hecho, mostrándolo como un acto de rechazo. No lo creo. Las Cortes han hecho públicas sus razones. Casi todas relacionadas con sus deberes funcionales respecto del Acuerdo. Pero al tiempo, la Suprema, por ejemplo, felicitó al Presidente de la República por el cierre del Acuerdo.
Sin embargo, como en todo, a veces el lenguaje oficial y los eufemismos diplomáticos esconden molestias que es prudente atender. Y las de la Administración de Justicia, mejor no ignorarlas.
El acuerdo de justicia y la creación de la Jurisdicción Especial para la Paz son un gran motivo de preocupación, por decir lo menos, para la Jurisdicción Ordinaria. Y el conocimiento por las Cortes de algunos proyectos legislativos para su desarrollo no hace sino confirmar sus temores.
Una jurisdicción atemporal, incontrolada y sobre todo, incontrolable, es necesariamente preocupante. Jueces extranjeros, o nacionales designados por foráneos sin ningún contacto con la realidad nacional, es más que preocupante. Pero lo peor no es eso, lo peor es desconocer el peso histórico de la jurisdicción ordinaria.
Estas Cortes y estos Jueces que el acuerdo de justicia trata con tanto desprecio son la misma jurisdicción ordinaria que se jugó la vida para detener el narcoterrorismo de Pablo Escobar, y lo hizo. Es la que aguantó patrióticamente, sin oponerse, un acuerdo de paz con quienes asesinaron su cúpula en 1985. Es la que soportó un acuerdo sin paz con los autores de la masacre de La Rochela. Es la que le cerró el pasó al embrujo autoritario de una reelección indefinida en cabeza del promotor del Estado de Opinión e impidió que a los paramilitares se les tuviera como sediciosos o que sus para empleados en el Congreso quedaran en la impunidad. Y pagó un alto precio por ello.
Es la jurisdicción ordinaria, la única que desde Tulio Manuel Castro Gil hasta Yolanda Paternina ha puesto una cuota de sacrificio real en la defensa de la juridicidad del país. Como guardia de la democracia: Muere, pero no se rinde.
SI ello es así y nadie tiene duda de ello. ¿Por qué sus méritos históricos no alcanzan ahora para apuntalar el Acuerdo de Paz?
@Quinternatte
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