Una última palabra (por ahora)

“Esta columna se despide de El Nuevo Siglo y sus lectores, pero espera regresar”

 

Tras once años de ocupar el espacio que generosamente le ha brindado El Nuevo Siglo en sus páginas, ha llegado para el autor de esta columna semanal el momento de decir una última palabra.  Un nuevo horizonte profesional -la oportunidad de servir al país como parte del equipo que apoya el trabajo del Ministro de Relaciones Exteriores, Carlos Holmes Trujillo- hace forzoso despedirse de esta casa periodística y de todos los lectores con los que, a lo largo de estos años, compartió sus reflexiones sobre Colombia y el mundo (a veces, tal vez, abusando de su paciencia y de su curiosidad).

Decía Voltaire, a propósito de Wolff y Leibnitz, una frase que además le gustaba citar a Lichtenberg, el gran maestro del aforismo: “que un soldado puede muy bien criticar a su general, sin ser por ello capaz de comandar un batallón”.  Resulta fácil ver desde afuera, criticar desde la torre de marfil del mundo académico, o con la relativa y feliz impunidad que ofrecen las columnas de opinión, la acción de los gobiernos y el quehacer político.  Más difíciles son las cosas desde adentro, desde las entrañas mismas de la compleja máquina del Estado y con la responsabilidad que por definición debe acompañar el servicio público. 

Los opinadores, actores fundamentales e insustituibles del debate democrático, y los académicos, observadores críticos y analistas dotados del privilegiado utillaje que les proporciona el conocimiento de su disciplina, son a veces como el soldado al que alude Voltaire.  Está por demás decir que ninguna batalla se gana sin soldados; y que, aunque no sean capaces de comandar un batallón, más de una vez ha sido su crítica oportuna la que ha permitido al general más avezado alcanzar una esquiva victoria.

Resulta plausible suponer que la inmensa mayoría de profesores de Relaciones Internacionales se han imaginado en algún momento en el ruedo, tomando parte activa, de algún modo, en la formulación e implementación de la política exterior.  A fin de cuentas, hay cosas que solo se aprenden haciendo; y cosas que solo se puede enseñar después de haber estado involucrado en ellas.  “¡Conque la política exterior era esto!”, se dirá un profesor, al cabo de haberla experimentado en el terreno.  ¡Y cuántas cosas nuevas podrán ser enseñadas desde la cátedra tras haber tomado distancia de ella!

“Ojalá vivas en tiempos interesantes”, dicen los chinos a modo de maldición.  Y no cabe duda de que los tiempos actuales son particularmente interesantes para el país y para el gobierno que recientemente ha recibido el mandato ciudadano para orientar la marcha de Colombia por los próximos cuatro años.  Menos duda cabe de que estos tiempos son interesantes en materia de política exterior.  Así ha quedado en evidencia la semana que acaba de concluir en el escenario de la LXXIII Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas.

No queda sino agradecer a El Nuevo Siglo, por la tinta y las ideas que ha dejado correr en estas líneas.  Y agradecer también, nunca suficientemente, a los lectores frecuentes y a los ocasionales, a los colegas cuyas conversaciones inspiraron muchas veces lo que aquí se dijo.  Y al canciller Trujillo, quien fuera vecino en la edición dominical del periódico, por su invitación a trabajar con él y por su voto de confianza.

Es el momento de decir una última palabra (por ahora) a todos ellos.  Las de Juan Bautista Alberdi, en la lección inaugural del curso de filosofía contemporánea que impartió en el Colegio de Humanidades de Montevideo en 1842: “Es un deber de todo hombre de bien que por su posición o capacidad pueda influir sobre los asuntos de su país, de mezclarse en ellos; y es el deber de todos aquellos que toman parte en ellos, ilustrarse sobre el sentido en que deben dirigir sus esfuerzos.  Pero no se puede llegar a esto sino por el medio que hemos indicado, es decir, averiguando dónde está el país y dónde va; y examinando para descubrirlo, dónde va el mundo, y lo que puede el país en el destino de la humanidad”.

El autor de esta columna espera ahora cumplir ese deber, y hacerlo a la altura de estos tiempos… tan interesantes.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales