Es con hechos que puede hablarse del desarrollo en Colombia. Uno de estos es el Aeropuerto Internacional El Dorado de Bogotá, nombre ampliado en el 2012 con el acuño de Luis Carlos Galán Sarmiento. Sin embargo, El Dorado, como tradicionalmente se le apoda, no está dando abasto con el número de pasajeros ni con las operaciones que moviliza. Esta alta demanda está generando una grave ola de retrasos en contra de la satisfacción del pasajero y del buen nombre de las aerolíneas sobre quienes recae una ajena responsabilidad.
En días pasados tuve una experiencia personal en un viaje de ida y vuelta local. Al salir de Bogotá, el avión debió permanecer en la pista de despegue una media hora no prevista -el mismo tiempo que duraba el vuelo- con explicaciones del capitán, libres de riesgo, por razones de congestión en los turnos. A la vuelta pasó algo similar. El piloto del avión duró otra media hora volando sobre la capital en espera de campo para estacionar. A pesar de las palabras del capitán de vuelo, claras en afirmar un problema operativo del aeropuerto, un pasajero -tal vez por anteriores rutinas- amenazaba encolerizado con dar queja de la aerolínea. Los pasajeros en conexión, por supuesto, corrían luego por los pasillos con angustia.
Sólo basta con mirar el movimiento de este año para entender que El Dorado se quedó corto y no puede cumplir con las garantías de buen servicio a los pasajeros. La Aeronáutica Civil estima que al finalizar el 2022 se podrían haber movilizado unos 46 millones de pasajeros, desde y hacia las terminales aéreas del país, lo cual corresponde a un incremento del 16.8% (14.6 millones de pasajeros) y del 12.9% (4.5 millones de pasajeros) frente al 2021 y 2019 respectivamente. Esto demuestra con claridad un crecimiento acelerado de la demanda que
implica una reacción al servicio en el corto plazo y apresurar las mejoras en su infraestructura.
Tres iniciativas de ampliación de la infraestructura están sobre la mesa, varias dentro del sistema de Alianzas Públicas-Privadas APP, algunas en estudio y otras ya en camino, que esperamos no sean detenidas.
En efecto, la Agencia Nacional de Infraestructura-ANI aprobó la prefactibilidad del proyecto “Campo de Vuelo El Dorado” que busca la ampliación y mejoramiento de pistas y calles del rodaje. Incluso se tiene prevista una audiencia pública para presentar el proyecto hacia
mediados de noviembre. El período de construcción se estima en tres años y la inversión ronda los 914 mil millones de pesos.
Otra propuesta, apenas en fase de estudio, es el proyecto “El Dorado Max”, que se entrelaza con la idea de ampliar la Calle 63 en doble calzada y aprovecharla como segunda entrada al aeropuerto. También incluye la extensión de la conexión con el Puente Aéreo, de salas de abordaje y pistas para llegar a una capacidad de 60 millones de pasajeros año. Adicionalmente, se sigue dejando en perspectiva de futuro la posibilidad de construir un segundo aeropuerto (estudio previo data del 2018) que elevaría la capacidad a algo más del
doble de la actual: unos 100 millones de pasajeros año.
Acelerar el paso lo exigen la alta demanda y la misma calidad del Aeropuerto El Dorado. En el plan de desarrollo del nuevo gobierno urge incluir la proyección de infraestructura aeroportuaria para la capital, que es la principal del país y la entrada a Suramérica, sin detener las
posibilidades ni las alianzas público-privadas y sí pasar de los estudios a los hechos. Mientras tanto se hace indispensable apretar las tuercas de los cronogramas y el servicio.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI
atisbosmariaelisa@gmail.com
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