El país dijo no, pero de inmediato surgió la posibilidad de continuar con los diálogos.
Algunos deseábamos que hubiese ganado el sí; pero triunfó el voto negativo a la propuesta del Gobierno.
La diferencia está en el contenido de algunos de los puntos del acuerdo.
Ahora lo que existe es una gran incertidumbre por lo que ha de suceder.
Entre tanto, lo que se veía venir era trascendental, dado que consistía en la determinación de los rebeldes de dejar sus armas.
Ese compromiso no fue fácil para la insurgencia, así se diga que todo lo que solicitaron lo consiguieron.
Ellos también tienen sus temores, tanto que llegar a ese punto tuvo inmensas complejidades.
Falta ver ahora cómo se manejará esa situación, para que no se malogre lo alcanzado.
Las expectativas de las Farc están dentro del marco de sus propias convicciones y eso es apenas obvio.
Ingenuo quien no lo advierta, pero es ahí donde radica la tarea de quienes encaren nuevamente la tarea.
Se trata de cambiar balas por votos. Y teniendo la oportunidad de hacerlo, sería imperdonable no intentarlo.
Durante muchos años la confrontación fue con nuestras valerosas Fuerzas Armadas; ahora la alternativa está en el escenario de la política.
Consecuentemente, se requiere de una alta dosis de inteligencia y de buen tino, acompañados de un espíritu conciliador que evite sobresaltos en el allanado camino de la concordia.
Después del resultado de este domingo, todos estamos llamados a poner de nuestra parte para asegurar un ambiente de paz estable y duradera, el cual nos ha sido esquivo por más de medio siglo.
La transparencia, la rectitud y la lealtad de los actores del proceso ante los compromisos por adquirir, son fundamentales para construir confianza.
Es el momento de auspiciar un cambio de actitud que se extienda por el país, para que la agresión pierda protagonismo a cambio de un mensaje amable para una sana convivencia.
Entonces, además de que la prioridad siga siendo el desarme, fundamental es también la construcción de un clima de tolerancia y de conciliación entre la población.
No solo cumplimos con haber votado sí o no, ahora hay que actuar.
Pasar de simples espectadores a obreros en marcha para la construcción de un mejor futuro.
El pánico de convertirnos en lo que hoy es Venezuela, no puede ser un referente distractor de nuestra propia realidad.
Porque o si no ¿Dónde está la propuesta y la capacidad de los políticos tradicionales para impedirlo en las urnas?
He ahí el reto. A reorganizarse; a moralizarse, a disciplinarse, a aconductarse y a comprometerse con los ciudadanos, donde prime el interés general sobre el particular.
A iniciar un proceso de reingeniería donde la política deje de ser un negocio y se convierta en un servicio; e igualmente, que tampoco siga siendo la zona de confort donde pulule la ineficiencia y la deshonestidad a costa del engaño a los electores.
Así los temores desaparecerán y entonces podrá triunfar la razón y la justicia.
No hay que tenerle miedo a la democracia.
Obras son amores y no buenas razones.
¡Viva Colombia por muchos años en paz...!!!
Un compromiso de todos.
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