Pasó la tempestad y ahora nos encontramos en una aparente calma chicha, esa que retrató el escritor como “quietud que desespera, en la que no hay ni frio ni calor, la que sabe a muerte”.
Los envalentonados organizadores de un No lleno de mentiras, de oprobios, de falsedades y pánico, apenas lograron una “pírrica victoria”, porque el país acudió “miti-miti” a las urnas. Unos cuantos votos llenaron de gozo a un uribismo disminuido, en comparación con las elecciones presidenciales. Se consideraron de nuevo, dueños del país. El jefe de ese movimiento hizo una destemplada declaración desde su opulenta finca de Rionegro, cobrando un hipotético triunfo, e incluyó un programa de gobierno, como si fuera a posesionarse el lunes 3.
Cuando fue pasando la efervescencia y empezó a aparecer el sabor a muerte de la calma chicha, los fogosos triunfadores acudieron a una nueva estrategia para exigir un nuevo acuerdo con “lafar”, que equivalía a reiniciar un camino recorrido por cuatro años, durante los cuales el uribismo se negó sistemáticamente a participar. Quiere decir volver al día cero, pero mirando únicamente las elecciones del 2018, no el anhelo de un pueblo ansioso de la esquiva paz.
Como nada hay oculto bajo el sol, las banderas uribistas recibieron el más duro castigo, cuando su propio director de la campaña por el No, reveló que ésta se montó sobre el más despiadado y truculento compendio de falsedades encaminadas a “enberracar” a los electores para que votaran en contra del Sí. El director fue destituido y el senador Uribe creyó que había enterrado el fermento.
Nunca pensó que esas juventudes, ahora conocidas como “millennials”, o “milenial”, que derrotaron a Rojas Pinilla en los cincuenta, llenarían plazas y calles de las ciudades, exigiendo ¡Paz ya! No más dilaciones truculentas, ni maniobras políticas que nos prolonguen por más años esta guerra, temporalmente en tregua. Las arengas eran de urgencia, de no más dilaciones. En Antioquia se escucharon coros que decían: “Antioquia no es Uribe”.
La pelota está en la cancha de los “pírrico-victoriosos”, y es de esperarse que se apresuren a enviar sus reparos a los acuerdos de La Habana, porque los “milenial” no esperarán más… Y nuestro Premio Nobel no desfallecerá, mientras las Farc, muestran su firme deseo de alcanzar la paz.
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gabrielortiz10@hotmail.com
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