Desde tiempos remotos y milenarios, la lucha entre el orden y el desorden en los gobiernos ha sido inevitable, esas dos fuerzas emergen en casi todas las épocas, sin importar si se trata de países monárquicos o repúblicas, inclusive en la antigua Grecia, así como en la Roma republicana o imperial, se observan dichas tensiones. Por lo general, desde el momento que se juega en materia política, aparecen las fuerzas contrapuestas del orden y el caos.
El populismo y la demagogia siempre encuentran grietas en el sistema para socavarlo. Por el contrario, las fuerzas conservadoras suelen respetar el imperio de la ley y el sistema constitucional. En tanto, el populismo apela a la poblada para minarlo y de ser posible derribarlo. La polaridad ha sido una constate de la política en diversas épocas, en particular cuando el malestar social se vuelve protagónico.
En Colombia, por lo general, después de una guerra civil, lo primero era modificar la Constitución. Los ganadores prometían un nuevo orden o un nuevo desorden. La Carta Política de Cúcuta de 1821, después de la que aprueba el Congreso de Angostura, efectuado meses atrás, donde en ambos casos se ventilan las ideas constitucionales del Libertador Simón Bolívar y donde se constituye Colombia, ambas cartas en lo fundamental son obra suya. Así no le aceptaran el senado hereditario o la presidencia vitalicia. E, incluso, pese a que Bolívar en ambos casos se molesta por cuanto no lo aprobaron todas sus propuestas.
El problema esencial es que Bolívar, como legislador era de un realismo sobrecogedor y tenía claro que nuestros pueblos no estaban preparados, ni tenían la madurez para la democracia absoluta. Al tiempo, que consideraba esencial educar a nuestras gentes en términos democráticos, cuando por primera vez en trescientos años aparecía la democracia electiva como alternativa general de gobierno, puesto que de alguna manera en los cabildos del Imperio Español se daban algunas formas de democracia y descentralización.
El Libertador Simón Bolívar, en términos de gobierno representa la unidad, lo conservador y la defensa del orden, por primera vez en Colombia. Así lo entienden los políticos de la época y por eso, sus contrarios y seguidores de Vice Santander, suelen ser reconocidos como liberales. Entre nosotros, algunos historiadores omiten la interpretación de esos hechos decisivos de nuestra historia, por lo que gobiernos conservadores como el de Bolívar, como el del general Pedro Alcántara Herrán, quien sanciona la constitución de 1843 cuando se aprueba con el concurso de todos los partidos una carta política de orden, inspirada en gran medida en el pensamiento conservador del Libertador con el objetivo de consagrar la libertad y la unidad nacional, lo omiten. Siendo que la sombra de Bolívar como creador de la República de Colombia sigue vigente hasta nuestros días.
Otra cosa es que dos mentalidades brillantes y fecundas como José Eusebio Caro y Mariano Ospina, sean los autores del primer programa conservador, cuando ya Bolívar había muerto. Programa que en lo político-económico no se diferenciaba mucho del liberal, aprobado antes según lo concibió su autor Ezequiel Rojas, anti bolivariano irreductible y septembrino. Ospina, también había sido septembrino, muy joven, por cuenta de procedencia bartolina, y Caro, por la amistad familiar con Santander. En lo que se diferencian sustancialmente de los liberales de entonces es en su defensa de la religión católica, que será determinante en la política colombiana, dado que el bien común se inspira en Santo Tomás, contrario al individualismo obsesivo del otro bando. Eso implica que el conservatismo colombiano sea un partido que defiende tradicionalmente lo social y las grandes reformas, como lo hizo Rafael Núñez, lo mismo en lo social en el siglo XX gobernantes como Mariano Ospina y Laureano Gómez. Y el programa en lo económico por ser generalista, como el de Sarmiento en Argentina, ha tenido vigencia hasta nuestros días.
El hecho de que en Venezuela algunos pretendan seguir al Bolívar de la primera República o de la guerra a muerte no es un fenómeno contradictorio, sino evolutivo en la cuestión de sus ideas, hasta que aparece en Cartagena el estadista de corte conservador y en sus constituciones se esfuerza en el mismo sentido, incluso como precursor en Hispanoamérica del cesarismo democrático. Esa es la historia.
Nota: es claro que el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, sabe que si Colombia abandona la exportación de petróleo, la economía y la cuestión social se derrumbarían.
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