GLOBAL
Estrés tributario

En el peor escenario de la economía nacional se tramita en el Congreso el impopular proyecto de reforma tributaria estructural.

Subir impuestos a estas horas del partido no es una buena jugada del Gobierno.

Encarecer canasta familiar a través de aumentos progresivos en IVA es complicar inflación e índices de pobreza.

Si las compañías medianas y grandes acusan dificultades para asumir mayores tributos, imaginen lo que pasa con los pobres.

Si las multinacionales se apartan de que les cambien reglas de juego con nuevos compromisos fiscales, supongan lo que sucede con colombianos que dependen de ingreso pequeño, modesto o decente.

Situación social del país no daba para tanto. No hay ambiente en la gente, en las empresas ni en la política para causar más dificultades a los pobres.

Antes del plebiscito que refrendó el No al acuerdo con las Farc se le sugirió al Ejecutivo: no es buen momento para semejante pretensión impositiva.

Las cosas no marchan bien en la economía y por eso más del 70% de los ciudadanos desaprueban la iniciativa que busca recaudar más impuestos.

La carga fiscal que llevan a cuesta empresas y personas naturales no aguanta más. El bolsillo está vacío y roto, solo queda el pegado en la olla.

Empresas exportadoras destinan 70% de sus ganancias al pago de gravámenes. Descabellado en una nación que intenta salir de la pobreza y mejorar su raquítica competitividad.

Colombia es de los países con mayores tablas fiscales en el mundo.

Somos una sociedad cargada de tributos.

Administración tributaria ha sido ineficiente y poco moderna, propicia dispersión y acompaña gabelas, descuentos y beneficios para unos en perjuicio de la equidad.

¿Qué culpa tienen pobres de Colombia, asalariados, independientes, informales, desempleados, deudores hipotecarios, pequeños negocios familiares y campesinos del descuadre fiscal del Gobierno?

Los platos rotos del mal manejo presupuestal y de que se roben recursos públicos, evadan impuestos y engorden paraísos fiscales, no es del pueblo.

¿Quién garantiza de que después de esta reforma tributaria no vendrán otras? Nadie.

¿Quién asegura que tras esta reforma al sistema impositivo no viene otra? Lo más seguro es que un nuevo Gobierno vendrá con sus afanes fiscales.

Caída libre de la imagen del Presidente Santos confirma en parte el descontento del país con el estrés de una nueva carga de impuestos.

Hay un desajuste fiscal que debe corregirse para poner al día finanzas y acoger observaciones de calificadoras internacionales de riesgo y del FMI. Son recetas servidas por extranjeros para mantener confianza inversionista.

Sin embargo, en casa, de puertas para adentro, el panorama es bien complicado. No hay mucho para echarle a la olla y es poco lo que queda de aguante para soportar aumentos en tarifas impositivas.

 

Clase política en el Congreso no puede pasar por alto afujías de colombianos más necesitados de la mano del Estado, no del garrote. No puede a cambio de mermelada, decirle sí a un proyecto que no fue socializado ni concertado.

Reforma tributaria que intenta rescatar finanzas a costa de mayor pobreza, inflación, desempleo y desesperanza de un país que está harto de su actualidad.