En medio de la generosidad de Álvaro Uribe y las fuerzas del No que resultaron victoriosas en el plebiscito, los del Sí parecen haber perdido de vista que perdieron las elecciones.
El plebiscito pretendía una refrendación política a los acuerdos de La Habana con la guerrilla de las Farc, por ello, la principal consecuencia de haber triunfado el “No” es de carácter político y es precisamente que los acuerdos no fueron refrendados. Si se necesitaba o no esa refrendación política, es otra discusión; la realidad es que ambas partes la acordaron y decidieron someterse a ella. El propio Jefe de la Negociación por parte del Gobierno fue enfático en afirmar que en el evento de triunfar el “No”, no habría acuerdos.
Cualquiera sea la suerte de reforma tributaria en el Congreso, del acuerdo nacional con las Farc y del camino que empieza con el ELN en Ecuador, el Gobierno debe pararle bolas a la maltrecha economía nacional.
Los guarismos apuntan a que vamos a cerrar este año con crecimiento inferior al 3%.
Apuestas locales y extranjeras dictaminan que terminaremos 2016 con quebrantos de salud en inversión, balanza cambiaria, ejecución presupuestal y empleo.
Quizás, el resultado final del plebiscito donde ganó el No milagrosamente, porque no existe ninguna explicación diferente, ganamos por la obra, gracia y misericordia de Dios, sea el mejor resultado para que los colombianos nos unamos con el fin de sacar el mejor provecho buscando de una conciliación en los puntos álgidos de las 297 páginas.
El Premio Nobel de Paz diluyó el huracán de confusiones generado alrededor del plebiscito y despejó el panorama, como oportunidad para hacer el verdadero posconflicto propositivo, con planes creativos en distintos frentes de la vida nacional.
El respaldo mundial ratificado a Colombia para que en forma definitiva sepulte toda acción de guerra, es patente de valor para entrar por fin al siglo 21, con lo que tanto se dice, pero no se hace: Construir nuevo país.
El sonado premio Nobel de Paz otorgado al presidente Santos tiene muchas lecturas al entendimiento de la gente, por lo tanto para una mejor comprensión trataré de explicar como se otorga y las motivaciones del comité que lo examina y concede.
tradiciones sagradas de sabiduría, que no equivalen a religiones, reconocemos que todas nos hablan de un sentido de trascendencia: este viaje que conocemos como vida tiene unos sentidos profundos que van más allá de la muerte. Creamos en algo superior o no, lo cierto es que en la vida como la conocemos experimentamos diferentes emociones y sabemos por experiencia propia que nos va mejor con unas que con otras. No es tan agradable vivir en el miedo, la rabia, la tristeza o los deseos de venganza. Es más amigable estar en la confianza, el sosiego, la alegría y la compasión. El tema es sen
Sin duda, la semana pasada será recordada en la historia de este país como aquella en la que, inicialmente, su Presidente fue elevado a nivel nacional e internacional como el gran dirigente que logró la firma de un acuerdo de terminación del conflicto con las Farc-EP, y días después, se recibió la impactante noticia de que los ciudadanos que ejercieron su voto, ante el plebiscito convocado para aprobar el acuerdo, se opusieron al mismo.
¿Por qué, de los 34 millones de colombianos aptos para votar el plebiscito, 22 millones no lo hicieron? ¿Acaso, no les importó algo tan trascendental como era aprobar o desaprobar los acuerdos firmados en La Habana entre el Gobierno y las Farc?
Siempre he criticado que se diga que los colombianos hemos sido indiferentes a lo ocurrido en esta guerra. Pienso que todos llevamos incrustado en el alma cada acto de terror, cada crimen, cada muerte o desaparición. Pero, quizá, esta indiferencia de los votantes prueba que estoy equivocada.