Sin duda, la semana pasada será recordada en la historia de este país como aquella en la que, inicialmente, su Presidente fue elevado a nivel nacional e internacional como el gran dirigente que logró la firma de un acuerdo de terminación del conflicto con las Farc-EP, y días después, se recibió la impactante noticia de que los ciudadanos que ejercieron su voto, ante el plebiscito convocado para aprobar el acuerdo, se opusieron al mismo.
Este inesperado giro llevó a que el Presidente celebrara una serie de reuniones con los ex mandatarios; Uribe y Pastrana, y algunos otros representantes del denominado “No”, aquellos que promovieron la desaprobación de los acuerdos de La Habana. A pesar que algunos destacan no ser representados por los mencionados ex Presidentes o dicen que nunca dieron mandato a nadie para ser representados en este asunto, lo que sí es cierto es que el Presidente, muy hábilmente, los habilitó como representantes del “No” y que, como en toda democracia, al final los personajes de la vida pública asumen su vocería para en algunos casos defender su tesis y en otros, resucitar o proyectarse políticamente.
Por mi parte, realmente espero que de estas conversaciones salgan resultados positivos para el bien de todos los colombianos, y con la rapidez que la importancia del tema demanda. La opinión pública esperará que las observaciones y propuestas hechas en tales reuniones sean viables en la renegociación y no simplemente puntos que obstaculicen terminar las negociaciones y desagradezcan el esfuerzo hecho. De cualquier forma, lo indudable es que ésta es una oportunidad para mejorar los acuerdos y para ello ha sido muy importante el oxígeno que ha recibido el Presidente Santos, al haber sido elegido, reconocido y homenajeado con el Premio Nobel de Paz 2016, por sus esfuerzos, paciencia, empeño y juego de su patrimonio político en el trabajo realizado para este fin.
Ahora además sabemos que el Gobierno, a partir del día 27 de Octubre, iniciará formalmente los diálogos con el ELN,-que de concluir con éxito, le daría a Colombia la posibilidad de ganar un mayor terreno en la terminación del conflicto armado que hemos padecido durante muchos años y que tantas heridas y víctimas nos ha dejado. Por eso, quienes deseamos un mejor país para nuestros hijos y descendientes, no podemos dejar pasar la oportunidad que tenemos para construir un entorno donde impere el respeto a nuestro Estado de Derecho, derrotar la impunidad y la corrupción y tener un país construido bajo el criterio de equidad y justicia social.
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