Hay que admitir, sin recato, que la culpa del fracaso del plebiscito la tuvo el texto del acuerdo. Doscientas y tantas páginas de retórica, igual que la pedante sentencia que declaró la constitucionalidad de la ley 1806 que convocó al pueblo a ese certamen “democrático”.
La ignorancia originó la confusión que marginó al 62% de los electores que se abstuvieron de tomar partido y fue esa falta de justificación elemental la que les facilitó a los promotores del No hacer una propaganda para exaltar los ánimos y conducir al país a la confrontación que reveló el escrutinio.