En la democracia los votos definen situaciones. Se gana o se pierde. Los que no saben perder -y en estos días abundan- mejor dejen la política.
En el plebiscito ganó la nación. Lo dijo el presidente Pastrana: “el 98% quiere la paz” y todos están en la obligación de buscarla. Es la hora de la magnanimidad y no de tratar de torpedear el resultado. La nación está unida ahora alrededor de la paz. Ganó la Constitución, a la cual se le iba a añadir a espaldas del pueblo un mamotreto de 297 páginas, que hubiera dado para destruirla. Ganó la democracia porque se había recurrido a artilugios que, en la práctica, eliminaban el balance de los poderes al sustituir al Congreso y a las Altas Cortes. Ya no será así. Ganaron los cristianos -bautistas, evangélicos, católicos, aunque no estoy seguro de que hayan ganado las altas jerarquías católicas-. Ganaron los políticos independientes que no inclinaron la cabeza bajo la férula de sus dirigentes. Entre ellos, las bases conservadoras que derrotaron a sus parlamentarios, a los cuales va a haber que sustituir por otros que piensen en los intereses de la nación y no en los personales. Ganó la Registraduría a la cual no se le fue la luz como en otras ocasiones.
La política de “hago lo que me da la gana” y “ustedes me dan votos y yo doy presupuesto” quedó eliminada, ojalá para siempre. Perdió la aplanadora de la publicidad oficial. Perdieron los partidos políticos, excepto el Centro Democrático que fue, sin duda, vencedor. Perdieron los que agacharon la cabeza a la voz del amo. Perdieron los grandes medios que, con excepciones, mostraron carecer de independencia, estar sujetos a la mermelada y dar informaciones tendenciosas. Perdieron las mentiras y las verdades a medias. También las encuestadoras, aquellas que dan el resultado que el cliente les dicte, pero también las pocas independientes. Por supuesto, perdió el castro-chavismo que aterró a las masas que imaginaron nuestro país convertido en una nueva Venezuela. Ya no veremos en Colombia el “Banco del Tesoro, nacido en revolución” ni las colas en los supermercados vacíos.
Y están perdiendo aquellos políticos arrogantes y altisonantes y aquellos columnistas agresivos que, en vez de aprovechar las circunstancias para unir a los colombianos y buscar una paz, esa sí, estable y duradera con todos, incluidos los grupos violentos, en la misma canoa, usan el desprecio y los insultos para desunir a los del “no”.
Pero habló el pueblo y hay que respetarlo. Vox populi, vox Dei dice el aforismo.
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Coda uno: A diferencia de los otros premios Nobel, el de paz no es científico sino político. Por eso lo pudieron ganar personajes como Oscar Arias, Pérez Esquivel y Rigoberta Menchú. Felicitaciones, presidente, por el premio.
Coda dos: Santos tachó de ignorantes a los que votaron “No”. Esos ignorantes ganaron el plebiscito, aunque a muchos no les guste. Además, los que sí leyeron el acuerdo terminaron votando “No”.
Coda tres: Demandar los resultados del plebiscito porque llovió, no es ignorancia sino torpeza.
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