"Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada". Así empieza a contar Tolstoi la historia de Ana Karenina. Quizás la frase pudiera servir de introducción, o al menos como epígrafe, a la hora de narrar la historia política contemporánea de América Latina.
Con la aprobación del plebiscito por la paz por parte de la Corte Constitucional el país ha iniciado las campañas por el Sí y por el No. Esta es una decisión trascendental para Colombia y es necesario que podamos entender lo que está en juego.
Estamos en el siglo XXI, siglo de grandes cambios, de guerra, de paz, de promesas. Podríamos establecer un paralelo con la Divina Comedia, obra clásica del poeta florentino Dante Alieghieri, llevándola a nuestros tiempos gloriosos, recorriendo las mismas etapas por las que han transcurrido los diálogos de La Habana.
El reciente paro de los camioneros ha dejado experiencias importantes que ponen al país en una extraña y rara dependencia de quienes, para manifestar su inconformidad, apelan a ciertas actividades cuyas consecuencias aún hoy no se han analizado convenientemente, pero que están tomando carta de ciudadanía para alcanzar ventajas y gabelas que por las vías que la ley dispone, creen que no pueden obtener.
En la actualidad tres países, de muy estrecha relación, se están jugando su futuro político en las urnas: Colombia, España y los Estados Unidos. Los tres tienen democracias participativas y representativas muy consolidadas pero, como novedad, todos ellos se enfrentan a reformas sustantivas en su quehacer republicano. Y en todos los tres se proyectan escenarios de peligrosa polarización.
Muchos factores influyen en la corrupción nacional. La precaria formación ética que ofrece el sistema educacional, la codicia exagerada, el afán por el dinero fácil, la ley del menor esfuerzo, el desconocimiento de que el trabajo debe ser la única fuente de riqueza. Con frecuencia se oyen aforismos tan corruptores como el siguiente: los primeros 500 millones se hacen de cualquier manera y la honradez viene después, poco a poco.
En “Adaptar” (julio 23) se mostraron áreas definidas en la Estrategia Programada, a partir de 1977, para la conducción de la antigua Dirección General de Aduanas (DGA) siguiendo esquema diseñado, en 2015, por Lawrence Friedman y se indican logros principales.
Decir no, es un acto de madurez. Implica pensar por sí mismo, lo cual es realmente doloroso; en cambio cuando uno deja que otros piensen por uno, uno se mueve en el mundo del sí, liberado de responsabilidad.
Decir siempre sí, exime de la angustia de saber si es correcta mi decisión, si actúo bien o mal. Nos libra del descrédito y de la sospecha que acarrea apartarse del rebaño u obedecer la voz de la propia conciencia.
El éxodo se está tomando el mundo, en trágicos sorbos de miedo y ausencia; y ni los migrantes irregulares, ni los países receptores saben cómo construir nuevas comunidades, en medio de este ritmo errático y desolador.
Miles de ciudadanos han decidido huir en busca de mejores horizontes. Ni siquiera mejores: horizontes, simplemente; horizontes diferentes a morir de hambre, morir de dictadura, de bombardeo, o de ansiedad crónica.
La economía colombiana se descuadernó a tal punto que las alarmas suenan por todas partes, mientras nadie encuentra razón, o razones exactas de las imprevisiones que nos han conducido a tal deterioro. No se asume responsabilidad alguna, ni se acepta que hay confusión. El calificado mejor Ministro de Hacienda no sabe qué ha pasado. Los sabios del Banco de la República están desorientados.