Es verdad que la política se volvió impredecible a raíz del debilitamiento de los partidos, el crecimiento desbordado de los independientes, y el impacto instantáneo de los sistemas de comunicación e información contemporáneos.
No obstante, en la actual campaña presidencial las tendencias parecen tener un claro nivel de consolidación.
Esa es la conclusión que permiten sacar todas las encuestas realizadas después del 11 de marzo.
El orden ha sido el mismo: Duque, Petro, Fajardo, Vargas, De La Calle.
Los porcentajes varían, pero, en general, puede decirse que se mantienen las diferencias dentro de ciertos rangos.
Todo indica, entonces, que la decisión la tomarán los colombianos entre Iván Duque y Gustavo Petro.
El veredicto popular, pues, tendrá que ver con dos visiones distintas sobre el modelo de desarrollo del país.
Duque, acompañado por Martha Lucía Ramírez, propende por el imperio de la ley, y el impulso al emprendimiento privado para alcanzar la equidad social.
Lo que buscan es una economía dinámica, que crezca a altas tasas, solidaria y cristiana a fin de tener buena política social, avanzar hacia la igualdad de oportunidades y generar empleo.
Sueñan con un sistema de salud basado en la prevención, la atención primaria, y la medicina familiar y comunitaria, que acerquen el servicio al paciente y acabe con los obstáculos de acceso.
Se proponen cambiar la forma de pago a las EPS por el número de afiliados, y transformarlo en un esquema que reconozca el buen servicio calificado por quien lo recibe.
Están decididos a garantizar la nutrición a los colombianos entre 0 y cinco años, construir 1000 preescolares, convertir en realidad la jornada única y lograr que los bachilleres se gradúen, además, de técnicos.
La batalla contra la corrupción, fundamentada en los principios de que sí se puede combatirla con éxito y cero tolerancia, apunta entre otras medidas, a acabar con los beneficios para los corruptos.
Nada de casa por cárcel a los ladrones del patrimonio de todos, nada de rebaja de penas para que salgan rápido a disfrutar de la riqueza adquirida en forma criminal, y medidas de extinción de dominio rápida a los bienes de los depredadores de los recursos de los ciudadanos.
Se trata de una propuesta dirigida a bajar impuestos, subir salarios y congelar temporalmente el predial.
Es, en consecuencia, un programa con visión de futuro, apegada al objetivo del desarrollo sostenible, que busca producir conservando y conservar produciendo, para que haya más empleo formal, y combatir la desigualdad.
La otra propuesta, la de Petro, es la versión colombiana del socialismo siglo XXI, vale decir, la acción gubernamental que ha conducido al hermano pueblo de Venezuela a la desaparición de la democracia, el debilitamiento económico, la escasez y el hambre.
Los líderes de distintos países en donde dicha visión se transformó en política de Estado, se definieron en la primera etapa de su gestión como demócratas y humanistas que buscaban la igualdad.
Al final, la historia los registra como dictadores y tiranos.
Las líneas de ese pensamiento traducido en política pública se ensayaron en 27 países en el siglo XX y fracasaron en todos ellos.
Por eso se acabó la Unión Soviética, las naciones de la llamada cortina de hierro tuvieron que poner en marcha un proceso de reconstrucción económica, política y social de gran envergadura, y los ciudadanos se levantaron contra la tiranía.
Eso de que le va a comprar las tierras al doctor Ardila Lule para repartirlas y de que subirá mucho el predial rural para que los propietarios se vean obligados a venderle al Estado, hace recordar a Chávez, y evidencia lo que en realidad se propone quien ocupa el segundo lugar en las encuestas.
Las alternativas son claras, como claro es que lo que le conviene a Colombia es construir un futuro mejor para todos mediante la legalidad, el emprendimiento y la equidad que propone Iván Duque.
Los colombianos queremos vivir y trabajar tranquilos.
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