Algo anda mal si una tecnología disruptiva genera más miedo que esperanza. Lo que está pasando con los desarrollos acelerados de la inteligencia artificial debería ser un llamado de atención para los gigantes de la tecnología, a los que les sobra recursos y les falta empatía.
Si alguien hace la tarea de buscar en Google sobre inteligencia artificial, buena parte de las noticias o debates giran entorno a las consecuencias negativas que puede tener la implementación masiva de esta tecnología que, aunque suene sorprendente, todavía es emergente. El discurso va desde: “nos vamos a quedar todos sin trabajo” hasta “¿en qué fecha la IA dominará a los humanos?”.
Los desarrollos son incontenibles. Pero no pueden ser imparables. Cualquier tipo de evolución, cambio o transformación debe generar esperanzas. Nunca miedo. ¿Por qué? Por una sencilla razón: si algo genera miedo comienza a tener detractores y se polariza. Eso suena razonable para la política, pero no para el mundo de la tecnología. Y menos para el micromundo de la innovación.
Tuve la oportunidad de asistir a una charla en la que el interlocutor dijo sin sonrojarse que los grandes tecnológicos no se detienen a pensar si el desarrollo puede generar nuevas brechas o más desempleo. “Ese no es nuestro problema”, aseguró tajantemente. En el fondo, tiene razón. Dolorosamente.
Quizá en el desarrollo de las tecnologías emergentes rige el precepto de “todos se tendrán que adaptar”. Casi que esa es la definición de la famosa ‘disrupción’. Pero en un mundo cada vez más radicalizado, los desarrolladores y los grandes innovadores no se pueden confiar sólo en respuestas positivas. Precisamente, países como Italia han comenzado directamente una guerra contra el desarrollo y eso no es gratuito.
Nos han vendido que el cierre de Blockbuster a manos de Netflix fue algo “imparable”. Y sí. Pero nunca se puede romantizar el cierre de una empresa que generaba más de 600.000 empleos alrededor del mundo. ¿Qué sus directivos no tuvieron visión? Totalmente. Como también es cierto que la tecnología no se puede ver como un caníbal que nos terminará por comer a todos. Porque, insisto, en tiempos tan radicales y violentos, las gentes no son tan tolerantes con eso de quedarse sin empleo y sin ingresos bajo la consigna “si no te adaptas te mueres”.
A principios de este siglo, todos aceptamos el discurso de los unicornios y la disrupción. Pero la tolerancia al cambio extremo, parece, se está acabando. Ese grafiti de “la inteligencia artificial” te dejará sin trabajo” dejó de ser positivo y de slide de gurú para volverse una realidad. Y si los desarrolladores no empiezan a tener un poco de empatía, los avances se pueden convertir en conflictos.
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