A veces, si se piensa en la clase de aventureros que eran los españoles y sus acompañantes que nos descubrieron, nos conquistaron y también dizque nos civilizaron, si por esto se entiende habernos traído un idioma y una religión, tuvo que tratarse de algunos iluminados amantes de lo desconocido. Hay lugar a pensar que si Colón no se hubiera dirigido por estas coordenadas y no nos hubiera descubierto ni civilizado, cómo andarían en esta época nuestros antepasados, los indígenas, que habitaban y reinaban en estos territorios de no haber sido “civilizados” como lo fueron. Bien parece, por lo menos la tradición así lo indica, que se sabían manejar con seriedad bajo la tutela de los zipas que mandaban a sus gobernados con seriedad de acuerdo con normas que hoy podrían llamarse primitivas pero bien distintas a aquellas que nos trajeron de Europa. Las comunidades funcionaban y la gente, los indígenas, acataban las normas de conducta colectiva. Lo cierto es que quienes vinieron con los descubridores así como los que llegaron luego como conquistadores, eran unos aventureros pues no de otra forma pueden calificarse a las personas que dejaron sus países y sus familias con el propósito de ir hacia lo desconocido. Lo cierto es que consiguieron ocupación y en nombre de su rey sentaron reales en este continente
Se puede preguntar lo que significó primero la travesía por el mar, luego llegar a tierra firme, para encontrar a unos seres humanos que ahí vivían para quienes los recién llegados no eran precisamente una visita esperada. Comenzaron a fundarse sitios que luego se convirtieron en grandes urbes. Fueron dejando su huella no sin antes haber corrido grandes aventuras y penosos recorridos. Don Gonzalo Jiménez de Quesada fundó a nuestra querida Bogotá en 1.538, cuarenta y seis años después del descubrimiento de América se dice que fue en lo que hoy se conoce como la Plaza de Bolívar. No pudo escoger un sitio mejor para la actual Bogotá que es una a linda ciudad que se distingue por el agua de la cual disfruta, así como de la naturaleza que la hace siempre verde. Aún hay versiones que dicen que la fundación tuvo lugar en la actual denominada Plaza de Quevedo. Esta mistificación o distorsión de carácter histórico no le hace mal a nadie.
Llegado a la costa del actual Mar Caribe, se adentró remontando la Cordillera de los Andes que hoy con los avances de la tecnología sus montañas han logrado ser vencidas. Cuentan que venía con sus acompañantes por el hoy denominado cañón del Chicamocha en donde sus subalternos acusaron cansancio, agobiados por el calor y por la incertidumbre del recorrido; furioso, don Gonzalo, los increpó por lo que llamó cobardía y fuertemente les dijo en tono de regaño que más que soldados u oficiales no podían ser llamados capitanes de verdad sino que escasamente podían ser llamados unos capitanejos. Dicen que este episodio es el origen del nombre de una floreciente población de Santander del Sur en la Provincia de García Rovira.
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