A TRAVÉS DEL TEODOLITO
Elecciones con desgano

Los comentarios en estas vísperas electorales bien parece que sean esfuerzos innecesarios porque da la impresión que hay no desasosiego, pero si “jartera” o desgano colectivos. Pocas veces se había visto una lista tan larga de candidatos quienes en una u otra forma coinciden en proponer líneas de acción en caso de resultar favorecidos por la opinión de los colombianos. No han tenido la capacidad colectiva de comunicarse con los futuros votantes en forma tal que cada uno de ellos pueda haber conquistado la voluntad de un grupo importante de votantes con los cuales pueda contar en el momento crucial.

Podría decirse, como opinan los comentaristas de música cuando encuentran similitudes de estilos y de forma entre las obras de los maestros compositores que oyeron sus obras, que éstas son variaciones sobre un mismo tema. ¿A alguien se lo podría proponer algo diferente a poner todo el énfasis en combatir la corrupción que nos está comiendo y de paso los presupuestos nacionales, departamentales y municipales? Todos estamos de acuerdo en que hay que ponerle mucha atención a la educación; hacerlo no aporta nada diferente a lo que la gente cree que debe hacerse. La justicia es un servicio, si así puede denominarse, que es una obligación del Estado; es bueno que manifiesten el propósito en el sentido de volverla pronta y cumplida. Nos lo dicen todos, necesita una reorganización de suerte que el ciudadano se sienta absolutamente respaldado por sus juicios imparciales. No quisiéramos volver a ser testigos de las famosas trapisondas como las del elenco de magistrados, senadores, funcionarios, etc. que fueron cómplices que permitieron hacer todas las maravillas de las cuales han sido conocidas por la opinión pública. Que no volvamos a tener a un funcionario como el encargado de combatir la corrupción que resultó más corrupto que todos aquellos a los cuales debería investigar. Eso, desde luego hay que acabarlo; forma parte de lo que dicen los candidatos, pues aunque no lo prometan, es una obligación de quien esté al frente de los destinos del país. Que se convierta en un propósito anunciado sí parece ser una redundancia. Todo lo hemos oído en los debates que no han dejado de ser invitación al sueño. Un dirigente debe contribuir a moldear y dirigir la conducta de sus gobernados; eso es lo que esperamos.

La democracia colombiana debe sentirse satisfecha de disponer de un menú de aspirantes a la primera magistratura que son todos, con excepción del “brillante” exalcalde de Bogotá, personas de las más altas calidades puestas a prueba en las responsabilidades que sabemos les han correspondido como personas de bien.  Dos exvicepresidentes de la República con amplia experiencia en la administración pública son unos; otro es el patrocinado por un ciudadano que ostenta un liderazgo indiscutido que ha ejercido sin límites en los últimos ocho años; otro es representante de Antioquia con experiencia en el manejo en esa región.

Atenta, sin embargo, contra la atención a las elecciones, el final del campeonato europeo de fútbol.