Estupefactos quedamos la mayoría de los colombianos, cuando el propio Director de la Policía, ahora exdirector, declaró en entrevista periodística, sobre sus prácticas religiosas en la institución para combatir la delincuencia; sus métodos para erradicar el mal; la confusión de los grandes mafiosos con el demonio; y sus rituales religiosos para acabar la violencia, que incluso incluía el exorcismo. Luego nos enteramos de que también, en un avión de la policía, se paseaba la figura de la virgen por todo el país, para librarlo del mal y de los delincuentes. Leer la entrevista parecía estar en un capitulo de una novela de ficción.
Este es un país libre según la Constitución y todos sus habitantes pueden profesar el credo que escojan, incluyendo al exdirector y esta libertad incluye, incluso, agregarle el nivel de fanatismo que quieran ponerle; pero de allí a imponerlo como credo único en instituciones públicas y obligar directa o indirectamente a los integrantes de la misma a responder a una intensidad de prácticas religiosas es todo un despropósito y configura una regresión a épocas oscuras de la humanidad, donde no era posible pensar distinto y hasta con la hoguera se sancionaba a los herejes.
El atrevido funcionario no calculó el real alcance de sus exageraciones y el daño que configuran en una sociedad como la nuestra. Con tales declaraciones selló su salida de la institución. Le faltó al gobierno ser más ejemplarizante al prescindir del funcionario; pues actuaciones como las sucedidas no deben presentarse en un Estado social de derecho, donde deben primar las libertades ciudadanas, el respeto por los demás y la libertad de las personas para escoger su creo o religión. Por quedar bien con dios y con el diablo, la salida la llenó de declaraciones de agradecimiento, lambonerías y reconocimiento que no había que dar. Mejor hubiera sido aprovechar el momento para cumplir una función ejemplarizante, como era lo debido.
Afortunadamente el reemplazo en la Dirección de la Institución es un verdadero acierto. El nuevo director, General Salamanca, es un hombre experimentado, que conoce la institución como el que más; respetuoso de los derechos ciudadanos; todos los conocemos como un servidor público profesional y diligente. Le deseamos la mejor de las suertes.
Afortunadamente, este rezago oscurantista paso y rápidamente por la Dirección de la Institución. La inquisición fue una verdadera vergüenza para la humanidad; eso de que por los credos religiosos se persiguiera y se juzgara a las personas y hasta se les quemara en la hoguera, después de que hubieran sido objeto de infames torturas, fue una inadmisible locura histórica. La diáspora judía, por la persecución de religiosa, fue otra infamia que apenas se comienza a reparar. De vez en cuando la humanidad vuelve a lo mismo, fanáticos perviven en todas las épocas y afloran en todas las instituciones. Lo que no es sensato, es que la respuesta del Estado actual, en pleno siglo XXI, no sea más contundente y decisiva.
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