Difícilmente pude haber escogido un título más soso y, para muchos, ya carente de significado. Tampoco parece oportuno el tema, en medio de esta división ideológica y radicalizada entre los colombianos.
Dejé de usar la palabra paz desde que Santos se la apropió para engañar a la comunidad internacional, ganarse un Nobel, manipular a las víctimas sobre el resarcimiento de sus derechos, empeñar el futuro de Colombia a una izquierda antidemocrática y delirante y, ahora, el presidente Petro la emplea para legitimar lo ilegitimable.
Entré en un estado de parálisis, resignación y desesperanza como casi todos los ciudadanos colombianos. Pero después de lo presenciado el fin de semana pasado, quiero volver a usar las palabras PAZ y RECONCILIACIÓN en mayúsculas continuas y retomar la tarea.
Critiqué duramente el proceso de paz con las Farc, voté No y cuestioné a los partidos de oposición por oponerse al proceso sin presentar un proyecto alternativo de RECONCILIACIÓN. Sigue siendo la inutilidad del No por el No.
Para poder opinar libremente y con coherencia lideré un proyecto de encuentro entre dignidades heridas de víctimas y ex victimarios: Hospitales de Campo. Todo a la luz de la espiritualidad. Hemos avanzado mucho en la sombra. En la oscuridad de la tierra, como esas plantas de raíces profundas que se demoran mucho en que sus primeras hojas se asomen a la luz. ¿Cuál es la fórmula? Es una iniciativa ciudadana, sin intereses políticos de por medio, donde la palabra y la escucha, desde el corazón, la tienen las víctimas y los ex victimarios de las bases. Una reconciliación real entre seres humanos.
Presenciar el momento en que una joven exintegrante de las Farc pidió perdón, entre lágrimas, a la excandidata presidencial Ingrid Betancourt fue un privilegio. Así lo describe la joven exguerrillera, hoy una profesional realizada: "Pedirle perdón a Ingrid fue un acto de responsabilidad en donde pude reconocer el sufrimiento causado y las injusticias a las que fue sometida. Pedir perdón no es fácil, pero el Espíritu Santo me permitió dar ese primer paso para aportar a la reconciliación y a la construcción de una sociedad más justa. Pedirle perdón a Ingrid es poder honrar la memoria de todas las víctimas de Colombia.
Vivir este momento fue una experiencia transformadora, ya que pude conectarme conmigo misma y mi espiritualidad de una manera que nunca la había experimentado. Este retiro, más que una experiencia, fue un crecimiento personal y espiritual.
Hoy doy gracias a Dios, y a la Virgen María, porque Ingrid hoy no es una extraña. Hoy no es una víctima. Hoy es mi hermana con quien, a través de la misericordia de Dios, pude reconfirmar que nuestro Padre no se cansa de Perdonar".
Y, para Ingrid "las lágrimas nos hermanaron porque, como dice Pastora, la culpa pesa más que el dolor. Pudimos aliviarnos de culpas y dolores al reconocernos en lo vivido y mirarnos al alma".
Las vi fundirse en un Abrazo de almas y volví a creer, a confiar, a tener ESPERANZA. Hoy puedo volver a utilizar la palabra paz, como sinónimo de reconciliación. Hagamos la paz de abajo hacia arriba, de la periferia al centro sin pedirle permiso a nadie.
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