Cuando el Presidente de la República recuerda que él es el Jefe de Estado, tiene toda la razón, pues así lo señalan los artículos 188 y 189 de la Constitución; sin embargo, se equivoca, cuando a reglón seguido dice que es el jefe del Fiscal. La jefatura de Estado simboliza la unidad de la Nación, le corresponde la coordinación armónica de las ramas del poder público para lograr los fines del Estado, la representación frente a la comunidad internacional; pero en ningún caso, significa ser superior de las otras ramas del poder público. Pero, por supuesto, que un político de experiencia y versado en estos temas, como Petro, lo sabía.
La verdad es que al Fiscal le jalaron la lengua y en una reacción inusitada y salida de contexto se vino con una catilinaria, delante de toda la primera línea de la Fiscalía, frente a todo el país, en tono más político que prudente, a protestar por el atropello a su independencia como ente adscrito a la rama judicial, así no tome decisión judicial alguna. Pero no fue suficiente el reclamo de su independencia constitucional, además, se fue “lanza en ristre” contra la persona del Presidente de la República, recordando su pasado revolucionario y engrosando su prontuario judicial, enrostrando como un defecto la amnistía que se le concedió al M-19 en el pasado y repito, todo esto delante de toda la cúpula de la Fiscalía, los que además quedaron notificados de la animadversión del fiscal, frente a la persona del Presidente y su familia.
Como consecuencia de todo lo anterior, se suceden dos hechos que bien vale la pena analizar: El primero, como era de esperarse, el hijo del Presidente recusa a toda la Fiscalía, pues no siente tener garantías para que allí se adelante la investigación por sus recientes escándalos y con razón, después del discurso del Fiscal en vivo y en directo. Más clara la causal de apartamiento no puede ser para el Fiscal y todo su cúpula y sus subalternos. Lo más conveniente será nombrar un Fiscal ad-hoc, pues el segundo de la Fiscalía, a quién correspondería el conocimiento del caso, es de libre nombramiento y remoción del Fiscal General. Lo segundo, una reunión del Presidente con la cúpula del poder judicial para repasar las lecciones de derecho constitucional sobre la independencia de los poderes públicos, sería entretenida para un café, pero insulsa; ese tema se supone, lo estudiaron en la facultad de derecho. Estoy seguro de que todos aprendieron la lección, hasta el Fiscal.
Las enseñanzas de este episodio son bastantes. La primera, que el jefe de todos es la Constitución que es la que señala las competencias de cada cual; que la prudencia enseña que no se debe hablar de más, ni dejarse halar la lengua; que la independencia judicial se ejerce, ello es más importante que reclamarla, ¡ah..., por último, que “más sabe el diablo por viejo, que por diablo”.
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