Diversos motivos me llevan a pensar que no sólo la situación política de nuestro país, Colombia, enfrenta serios desafíos. Nuestro gran aliado del norte, EE.UU., se encuentra también, por distintos motivos, en una situación delicada, debido a la creciente polarización política y a la crisis de la democracia que viene sufriendo en los últimos años.
Entre las promesas electorales de Biden figuraba, precisamente, la de superar dicha polarización y la de trabajar para volver a unir, si alguna vez estuvo unida, a la sociedad norteamericana. Tres años después del asalto al Capitolio, que marcó un antes y un después en la historia de este país, la división social, cultural, racial y política sigue intacta en EE.UU. Justo es el reconocer que harían falta varias generaciones para poder ver algunos resultados, por lo que no se puede responsabilizar sólo al presidente Biden de la situación actual, aunque sí se le podría exigir una mayor implicación y proactividad para hacer frente a las diferencias actualmente existentes.
A sus 80 años, a su favor tiene el no jugarse nada, al no estar condicionado por un futuro político que está aún por llegar. Tendría, por tanto, la posibilidad de producir un cambio de paradigma en la sociedad norteamericana que consolide realmente a su país como líder mundial. En su contra juega, precisamente, la edad: 80 años son muchos años para hacer frente a los enormes desafíos que tiene una potencia como la norteamericana, tanto en el plano interno como en el internacional.
Con todo, quisiera reconocer al presidente Biden el haber sido el único presidente en las últimas décadas que ha tomado consciencia de la crisis en la que está inmersa la sociedad norteamericana y de la necesidad de aprobar reformas a favor del fortalecimiento de dicha sociedad. Al menos así es como veo al Biden de la campaña electoral y de los primeros meses de su mandato, con un discurso muy centrado en la política interna norteamericana, a favor de la reconstrucción, la unidad y el fortalecimiento de la sociedad, un discurso optimista, más allá de un discurso meramente patriótico. Logró, incluso, aprobar algunas medidas legislativas con el apoyo de ambos partidos, incluida la histórica ley conocida como Build Back Better Act que incluye, entre otras cosas, un plan de rescate para el covid, un plan laboral y un billonario plan de infraestructuras. Se trataba de la iniciativa económica y social más ambiciosa desde el New Deal.
Aunque no se puede responsabilizar al contexto, tanto interno como internacional, en el que le ha tocado gobernar, sí creo también que es justo reconocer que éste no le está poniendo las cosas fáciles. Así, Biden tuvo que hacer frente primero a la emergencia sanitaria del covid, después a una creciente incertidumbre económica dominada por una inflación descontrolada y, al tiempo, a la agresión Rusia de Ucrania. Entre tanto, también a la crisis migratoria, a los desafíos del cambio climático y a la amenaza de China al liderazgo mundial de EEUU. Con todo, ha logrado reconstruir una maltrecha relación con Europa y la Otan, ha devuelto a EEUU a organizaciones internacionales y ha normalizado las relaciones con buena parte de América Latina, a pesar del cambio de signo político en muchos de nuestros países. Nada de eso le está siendo, sin embargo, suficiente, para hacer remontar su popularidad, en el 38%, la cifra más baja desde el verano de 2022 (cuando se situó en el 36%).
Y es muy probable que, a medida que pasen los meses y entre en campaña electoral, su popularidad no mejore, porque contra la edad, su principal estigma, nada hay que pueda hacer. Y es que sólo el 25% de los votantes demócratas apoya que Biden se vuelva a presentar. La edad media de EE.UU. es de 37 años y el candidato Biden superará los 80 en 2024, por lo que parece evidente la desconexión entre sociedad y gobernante.
El problema es que enfrente, en el partido republicano, Donald Trump se perfila, según todas las encuestas, como vencedor de las primarias y próximo candidato republicano. A pesar de su imputación por el caso Stormy Daniels (o como consecuencia de la misma), Trump está viendo cómo aumenta su popularidad frente a otros candidatos republicanos, como el gobernador DeSantis, a quien supera en casi 30% según algunas encuestas. Ante este panorama, me atrevería a decir que Biden, en su subconsciente, cree que es el único capaz de volver a derrotar a Trump, y de ahí la presentación de su candidatura.
Estaríamos, en este caso, en la repetición de una situación política anómala y nada beneficiosa para EE.UU. ni para el mundo, por lo que prefiero pensar en que es posible todavía que ambos líderes se replanteen sus aspiraciones presidenciales y sean capaces de apartarse, dejando espacio para que una nueva generación emerja y sea capaz de ilusionar a un país políticamente hundido en el bochorno.
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