Como el Amor -con mayúscula- es una fuerza siempre presente que va más allá de cualquier sentimiento o emoción, no hay manera de no estar en su presencia.
La evolución humana consiste en ampliar la mirada para poder tener mayores comprensiones sobre el mundo y la vida, de manera que podamos vivir mejor. Esto no es un asunto exclusivo de quienes se dedican al avance de las ciencias, desarrollan nuevas tecnologías, prospectan el futuro o están a la vanguardia de las artes. No, el desarrollo de la consciencia es tarea de todos los seres humanos, pues a eso vinimos a este planeta, para ello encarnamos. Entonces, evolucionar en la forma en que comprendemos el Amor es parte del ejercicio.
Sí, hay un amor con minúscula, atado a todas las emociones. Por ello, desde ese amor pequeño experimentamos miedo, ira, sorpresa, felicidad, tristeza y asco. Es ese amor chiquito el que nos puede llevar en un abrir y cerrar de ojos del éxtasis al sufrimiento; es el que se canta en la mayoría de las canciones, se plasma en la mayoría de novelas y poemas, y que reproducimos sin darnos cuenta. Es el amor de la caja limitada en que vivimos, ligado al eros, al placer y al ego que pide reciprocidad desde las pasiones, esos desórdenes del ánimo que nos separan más que unirnos. Así, en este amor también hay mezquindad, juicio, culpabilidad…
Aquí es donde nos enredamos y sufrimos: “yo no nací para amar, yo tengo una enfermedad de ti, a ti te quedé grande…” Sí, tenemos derecho a enredarnos, es parte del proceso, y estas son expresiones de lo que sentimos, válidas en la etapa del camino en la que vamos, pero que hemos de evitar convertir en cadenas perpetuas. Podemos ir más allá, para no quedarnos atascados en la pasión, con el convencimiento falso de estar muy conectados, “amando”, cuando en realidad estamos encarcelados por las emociones y desconectados del Amor, tanto que no podemos evolucionar.
Podemos salir de la caja: no estamos condenados a sobrevivir en ese amor eros. A medida que reconocemos el Amor ágape podemos poco a poco superar la emocionalidad, lo cual resulta profundamente liberador. Sí, experimentamos las emociones, pero nos desidentificamos de ellas, las podemos soltar y, finalmente, vivir. Este Amor comienza en primera persona, cuando me amo en forma incondicional, con mis aciertos y errores, los que puedo usar para aprender y crecer. Claro, mis equivocaciones me dan rabia, pero la puedo dejar ir y reconciliarme conmigo, asumiendo mi responsabilidad. Entonces, me puede dar rabia contigo, y también la dejo ir, para reconciliarme contigo. Esa es la incondicionalidad del Amor, siempre presente para ti y para mí. ¡Vivámosla!
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