Un cambio cultural

“Todos queremos lo mismo, ¿no es cierto? Yo he visitado más de la mitad de los países del mundo y todavía no he conocido ninguna cultura o pueblo que clame por más corrupción, más pobreza, menos desarrollo y más falta de justicia.” Landa Cope, Dios y la Justicia Política.

Loren Cunningham, en su obra El libro que transforma naciones, relata la historia de un misionero que, a su vez, informaba de cómo un pueblo en el Himalaya que conocía la Biblia, la había extraviado de su cultura y había olvidado como vivir hasta encontrar de nuevo el Gran Libro, la Verdad.

En Occidente se ha venido perdiendo la verdad, su valor y su poder para transformar la cultura. La gente vota por líderes políticos buscando un cambio ante la corrupción y la injusticia. Sin embargo, no son los líderes políticos, únicamente. Un genuino y profundo cambio para Colombia y las naciones del mundo se encuentra en ese libro que había extraviado el pueblo del Himalaya, la Biblia.

Lo anterior no es un invento mío, es algo que se puede ver en la historia. Antes de la Reforma protestante, la mayoría de países de Europa vivían en la pobreza, como afirma Darrow Miller. Luego de la Reforma, Dios y sus principios como el trabajo, la caridad y el ahorro, forjaron las culturas y naciones prosperas que hoy conocemos.

Países como Finlandia, que hoy es el país más feliz del mundo, disfrutan de bienestar, no gracias a un modelo político, sino a una cultura que por siglos se ha forjado y que exalta la honestidad como uno de sus valores principales, valor que ha sido tomado de la Biblia y absorbido por la cultura del país.

Si queremos cambios de verdad en el país y en el mundo, debemos desempolvar el libro de Dios para beber de su grandiosa sabiduría y aplicarla a nuestras vidas y a la nación en general.

La verdad aplicada al gobierno, la familia, la economía, las comunicaciones, la educación, entre otros lugares de influencia, genera grandes cambios y será el sustento para construir una nación más feliz.

Se requiere de un cambio cultural que transforme la creencia popular del avivato, que el vivo vive del bobo; por el respeto, por la honestidad y por el amor sincero por Dios, por la nación y por las personas.

Claramente, un cambio de estas proporciones no será de un día para otro, pero si se construye paso a paso, con cada corazón, que como dice nuestro himno nacional: “entiende las palabras del que murió en la cruz”.

@feliperangel81

*Politólogo Universidad del Rosario.