La evolución humana trae consigo el desarrollo de nuevos derechos y deberes, que permitan que salgamos del imperio del yo. Si no llegamos al nosotros, no hay avance.
Dos claves para que el consumismo funcione son el manejo de las emociones y la estimulación del deseo egocéntrico. Nos venden la felicidad en frascos multicolores, en cajas mágicas, en experiencias de todo tipo, en seminarios y talleres, siempre con la promesa incumplible de convertir lo transitorio en eterno, porque los frascos se rompen, las cajas se hacen viejas y las experiencias terminan. Entonces, es preciso volver a consumir todo ello potenciado, reforzado, versión 10.0, para volver a ser felices.
El ciclo se sigue repitiendo, hasta que en algún momento nos demos cuenta que más que a la felicidad, tenemos derecho al gozo. Ese es un gran derecho que podemos reconocer, uno que trasciende -y de lejos- los altibajos emocionales. El gozo es un estado del ser, en el que encontramos una paz permanente que nos permite experimentar las emociones, dejarlas ser, dejarlas estar y dejarlas pasar.
Sí, también tenemos derecho -que a la vez es un deber con nosotros mismos- de desidentificarnos de las emociones.
La inteligencia emocional no se trata solamente de reconocer eso que nos ocurre en el plano emocional y de poder nombrarlo, condición sin equa non para integrarlo y trascenderlo. La verdadera inteligencia emocional está en soltar el miedo, la culpa, la ira, el asco, la sorpresa y, también, la felicidad. ¿Soltar la felicidad? ¡Claro! Esto no te lo van a decir desde las dinámicas del consumismo. ¡Tenemos derecho a no estar felices! Tenemos derecho a estar furiosos, asqueados, aterrados, culpables y anonadados. Derecho a llorar, gritar, patalear, a estar irritables, insoportables. Utilicé el verbo estar, no el verbo ser, porque no somos nuestras emociones ni nuestros pensamientos. Esa es la desidentificación.
Todo esto está relacionado con nuestro derecho -y deber- a ampliar nuestra consciencia.
La evolución no es cuestión de felicidad, sino de consciencia, de atestiguar todo lo que nos ocurre, de dar cuenta de eso que nos atraviesa en este mismo instante, que marca el momento presente y que influye en la manera de relacionarnos con nuestro interior, con los otros y con el mundo. En la medida en que en cada presente sostengamos una conexión consciente con lo que nos habita ganamos grados de libertad. Esto que sea que estamos viviendo, nos guste o no, también pasará. Tenemos el derecho de reconocer la impermanencia y el deber de asumirla.
En síntesis, tenemos derecho a vivir de manera diferente, desde otras visiones más amorosas, incluyentes, solidarias. La consciencia ampliada, la desidentificación emocional y la experiencia del gozo nos hacen libres. Trascendemos.
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