ESENCIA
Somos totales

Somos seres totales. Esto no tendría por qué ser una novedad o algo extraordinario; sin embargo, muchas veces sentimos que estamos a medias. O incluso menos.

Tenemos aún muchos imaginarios que atentan contra nuestro sentido de completitud, que nos hacen creer que nos falta algo, que no somos suficientes, que no nos bastamos con nosotros mismos y que necesitamos a otros para estar completos. Unas muestras: en pleno siglo XXI, se sigue perpetuando el mito de la media naranja, que solamente alcanzamos la totalidad con otra mitad que aporte alguien que también está incompleto y que, si la magia funciona, al fin “seremos felices”. Ah, y si por alguna razón la media naranja se va, si la relación termina, podemos llegar a creer que se nos fue una parte del alma, que nos robaron una parte de nuestro corazón… ¿Te has sentido así?

Recientemente empezó a circular por las redes sociales una imagen que, detrás de la ternura que despierta, esconde ese imaginario nocivo que nos impide reconocer nuestra totalidad: un padre con su hijo de meses en brazos, ambos sonrientes, el adulto con una camiseta ilustrada con una pizza a la que le falta una porción, la cual está estampada en la camiseta que usa el bebé. ¡No, los hijos no son parte de los padres, tampoco son pedacitos de su corazón ni personitas chiquitas! Necesitamos dejar de romantizar la fragmentación, de naturalizar la idea que estamos incompletos y superar una emocionalidad que suena bonita, pero que no nos honra. Todos los seres humanos somos completos, con el derecho a crecer en completitud.

Merecemos honrarnos a nosotros mismos y reconocer nuestra totalidad para poder ocupar el lugar que nos corresponde.  Para ello necesitamos ser cada vez más conscientes de cuáles son los mensajes que nos permiten esa honra, cuáles los que no y de qué manera los replicamos en la cotidianidad, consciente o inconscientemente. En un mundo en el que la competencia se ha elevado a la categoría de valor, resulta difícil construir otras dinámicas. Sí, no es fácil, ¡y sí es posible!  No somos totalidades cuando competimos, somos solamente trozos de unos fragmentos más grandes que también niegan la totalidad.  Seguimos estando partidos y exaltando partidos…

Podemos cambiar la dinámica, integrarnos en nosotros mismos y reconocer nuestra totalidad en cada momento presente. Cuando nos damos cuenta de nuestra respiración, de las sensaciones corporales, de las emociones y los pensamientos que nos habitan, de que estamos conectados con algo más grande que nosotros, somos totales. Cuando aceptamos la vida tal como es, somos totales. Cuando desde nuestra totalidad podemos reconocer la ajena, la totalidad de amplía. Pidamos guía divina y evitemos recortarnos; reconozcámonos totales, siempre en completitud.

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