Cuando un líder o un luchador exitoso sufre contratiempos o aparatosos fracasos, muchos corderos resentidos aprovechan para rugir como falsos leones. Lanzarle lodo a los que lograron admirable empoderamiento, es triste deporte, no solo de minoría frustradas, sino de gentes pérfidas que gozan pisoteando al conductor que un día dominó a poderosos sectores de un partido o de un país. No se arrojan piedras y guijarros contra chamizos raquíticos, sino contra árboles frondosos, llenos de frutas abundantes. No se arrojan dardos venenosos contra badulaques, sino contra cabezas ilustres.
Esto que se ha expresado es el oscuro regocijo de los amargados y de los que en la vida jamás llegaron muy alto en sus ambiciones. La mezquindad siempre utiliza las oportunidades que ofrece el azar incierto, para atrincherarse y pretender satanizar a quienes en otras condiciones de brillo y triunfo jamás atacarían. Este es el opaco valor de los cobardes.
Respetando distancias, la historia es rica en ejemplos de grandes valores perseguidos y traicionados, a pesar de la grandeza de sus existencias. Napoleón a los 30 años, a pesar de ser un campesino de isla modesta de Francia, llegó a dominar en forma fulgurante, primero a Francia y luego a mundo entero. Sin respetar su impresionante carrera, fue traicionado por su esposa, varios de sus ministros y numerosos políticos. Napoleón también supo de la adversidad. El glorioso Libertador, quien organizando ejércitos de la nada, derrota al imperio más grande de la época, España, lo derrumban sus amigos más cercanos, tratan de asesinarlo y lo expulsan de Bogotá gritándole que se parece a una “longaniza”.
Bolívar logra refugio en la casa de un español en Santa Marta y muere en la grandeza de la soledad y en el misterio del silencio del mar y del cielo.
Laureano Gómez, protagonista invicto de la política colombiana durante más de medio siglo, es expulsado rabiosamente del solio presidencial y lo mandan a sufrir un duro destierro en tierras extrañas a su suelo nativo.
Oscar Iván Zuluaga, con su sola inteligencia y su férreo carácter, se impuso por la voluntad de su pueblo como eficaz ministro de Hacienda, destacadísimo candidato a la presidencia de la República y hombre honrado, estudioso, así como perseverante. Con su elocuencia arrebatadora, consiguió triunfos memorables. Trabajó toda una vida por su pueblo y su país y su familia ejemplar.
He oído sorprendido a varios políticos acusando, como si fueran los dueños de la verdad y la moral a Zuluaga; personas que siempre defendieron a Ernesto Samper cuando se le acusó de recibir todos los millones del Cartel de Cali a favor de su campaña. Hablan de Oscar Iván, los cercanos a Benedetti, quien dice que $ 15.000 millones ingresaron a la tesorería de la candidatura de Petro. Cabe recordar la frase de Jesucristo: “quién esté libre de pecado, que lance la primera piedra”.
Hasta ahora solo habló el acusador de la Fiscalía. Falta oír a la defensa. Una es la valoración política de los hechos. Otra es la rigurosidad jurídica para condenar. Faltan testimonios, falta el debate de la defensa, falta el acervo probatorio de los imputados. La verdad incompleta, en un proceso penal, es la más abominable de las mentiras.
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