De por sí la construcción de caminos cuyo objetivo es la reconciliación nacional es una tarea ardua y compleja y con mayor razón en un país como Colombia donde la sola guerrilla de las Farc lleva más de cincuenta y dos años de conflicto armado.
Durante este medio siglo se han vivido graves momentos de orden público y situaciones de violencia que ha dejado, además de la pérdida de vidas humanas en uno y otro bando, la afectación de la sociedad civil y lo más cruel, una cultura de violencia. Por este motivo se hace necesario que en el marco de “verdad, justicia y reparación”, aparezca junto con una solución política del conflicto, siempre que la vía armada no ha sido una salida exitosa, el diseño y educación que permita ejecutar un cambio en la actitud y conciencia del pueblo colombiano para alcanzar y hacer viable el giro hacia una nueva cultura de tolerancia, perdón, solidaridad y paz.
Esta tarea que no es sencilla requiere un desarme del espíritu conflictivo y la actitud violenta por parte de todos los ciudadanos, pero sobre todo por parte de quienes tienen a su cargo ese proyecto de paz y por esta razón parece reprochable que a quien corresponde liderar esa gran tarea y deber constitucional, como lo es el primer Mandatario de la Nación, lance amenazas a los colombianos como la presencia de la guerrilla en las ciudades o la imposición de impuestos para la guerra que tendría el votar en contra del plebiscito que se propone para avalar los acuerdos de La Habana. Flaco favor se hace al objetivo de paz con esas afirmaciones y esto quizás explique el comunicado de la guerrilla que, intentando matizar tal declaración, manifiestan en un comunicado que si el resultado del plebiscito no es positivo ellos no volverán a la lucha armada.
De aquí mi invitación al Gobierno para que lidere una campaña de socialización y pedagogía de los acuerdos de La Habana y de interiorización y visualización de la paz a través del perdón, del hacer diario, de la convivencia y la solidaridad para que no se generen exclusiones, haciendo así factible un respaldo democrático al fin del conflicto y que a su vez conduzca a lograr una mayor equidad y disminuir esa brecha de desigualdad que aqueja nuestras regiones, elementos estos vitales en el éxito de una política de paz.
Aplaudamos entonces la posibilidad de construcción de un gran acuerdo nacional donde estén representados todos los partidos, movimientos y fuerzas políticas, sociales y económicas que trabajen en ese objetivo de reconciliación nacional con puntos claves para nuestro futuro, como es el fortalecimiento de la justicia y la lucha contra la corrupción, porque 'NO' podemos ser inferiores a la responsabilidad de la hora que estamos viviendo.
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