Hace más o menos un año estuve en Turquía y quedé encantado de ese prospero país, amigable, seguro, limpio y atractivo. Recorrí gran parte de su territorio sin temor alguno. Estupendas carreteras, grandes hoteles, turismo floreciente, seguridad envidiable, respeto ciudadano ejemplar y sobre todo historia, pues cada lugar estaba cargado de grandes enseñanzas.
En Estambul, la antigua Constantinopla pude observar una manifestación pacífica de kurdos, que más parecía un alegre show callejero que una protesta política. Para aquellos días se aproximaban las elecciones y el ambiente lucía tranquilo.
El aeropuerto Ataturk uno de los más grandes del mundo sorprendía por su increíble movimiento, vuelos de todo el planeta llegaban y salían. Mis amigos turcos se sentían seguros del camino político libre de fanatismos islámicos, aunque ese país es 99% musulmán, constitucionalmente es un estado laico. Un gobierno democrático con un presidente, Recep Tayyip Erdogan y un primer ministro, es un modelo político similar al francés, que proviene de la creación de la república en 1923 por el líder Mustafá Kemal Ataturk, el padre de la patria.
Turquía goza de un esplendor histórico, una cultura milenaria desarrollada en la península de la Anatolia o Asia menor, donde existieron asentamientos de hititas, cimerios, frigios, persas, celtas, armenios, helenos, romanos, godos, árabes, judíos, mongoles y hunos. De todos ellos se formó la etnia turca. Posteriormente tuvieron tres grandes imperios, el bizantino, el salucyda y el otomano. En esos territorios se asegura que murió la Virgen María y donde san Pablo evangelizó y escribió gran parte de sus epístolas.
Hoy Turquía está en peligro, perdiendo su tranquilidad a causa de ataques suicidas del Isis sembrando terror y muerte. Para acabar de rematar un nuevo intento de golpe de estado por unos disidentes del ejército turco, es el cuarto en su historia republicana.
De cómo un país próspero, tranquilo y atractivo puede fácilmente sucumbir al caos, pues el turismo que es una de las principales fuentes de su economía se está viendo afectado. La inversión extranjera que para el 2015 se acercó a los 50 mil millones de dólares, se resiente, las importaciones y exportaciones se disminuyen y el temor ciudadano circunda en las calles de Ankara, Estambul y otros destinos turísticos e históricos como Éfeso, Capadoccia, Pambukkale y Esmirna.
La reflexión que queda es que son pocos los lugares en el mundo que se escapan a la insensatez humana, después de haber logrado grandes y prosperas naciones, el mismo hombre se encarga de destruirlas. Ojalá ese gran país que es Turquía logre componerse y continuar con la paz y tranquilidad que por mucho tiempo ha gozado.
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