ESENCIA
La importancia de lo personal

Uno de los cuatro acuerdos de Don Miguel Ruiz consiste en no tomarse nada como personal. Eso se dice fácilmente, pero se requiere mucho trabajo para dejar ser, dejar estar y dejar pasar.

Mientras estamos en el ego, todo es personal. Yo no considero que eso sea malo o negativo, porque eso sería limitar a la existencia a dicotomías excluyentes, que más allá de rotular no aportan mucho a la transformación, pues la vida es compleja, llena de subidas y bajadas, de aciertos y errores, de posibilidades infinitas para crecer y evolucionar. El tomarnos las cosas personalmente es solo parte del proceso vital, una etapa del aprendizaje que tenemos como seres humanos y que cada quien está llamado a transitar, con sus ritmos y momentos propios. 

¿Por qué asumimos como personales las cosas que nos ocurren? Sencillamente porque para llegar a lo transpersonal, a lo trascendente -o la vivencia en la plenitud del espíritu-, requerimos primero aprender en lo personal. En esta experiencia de entretenernos en lo personal estamos todos: de lo que se trata es de darnos cuenta del juego y aprender de él para finalmente dejar de jugarlo. Todas las etapas son importantes, necesarias para cimentar de la mejor manera posible nuestra evolución, tanto individual como colectiva. Entonces, mientras estemos en lo personal, necesitamos experimentar todas las emociones.

Claro, podemos caer ingenuamente en lo que el gran Ken Wilber llama la falacia pre-trans, lo cual es confundir los estadios pre-personales de la consciencia con los trans-personales, es decir, los previos a la consolidación del ego -como cuando estamos en el vientre materno y nos fusionamos en el mar del líquido amniótico- con los que permiten trascender el ego -como cuando en momentos místicos acariciamos el gozo y experimentamos la fusión con el todo-. Que caigamos en esta confusión es muy fácil. 

Lo personal implica apropiarnos de nuestra propia experiencia encarnada, en la cual lo natural es experimentar ira, miedo, asco, felicidad, sorpresa y tristeza. Por ello es tan importante que asumamos todo personal, no para quedarnos en ello, sino para poder superarlo. De otra manera no podríamos aprender y nos quedaríamos en lo pre-personal del instinto, el mito, la magia y las hordas, sin llegar a tramitar asertivamente nuestras emociones. Aprender en lo personal es fundamental para evolucionar hacia un yo integrado, en el cual ya podemos tener una mayor noción de trascendencia y llegar al nosotros. En ese camino, sí, podemos dejar de ser reactivos: dejar ser, dejar estar y dejar pasar.

No podemos trascender sin aprender de lo pre-personal y de lo personal, sin que nuestra consciencia surta esas instancias. Evitemos caer en automatismos, que en realidad son falacias.

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