El secularismo invade todos los espacios. No existe tarea más ardua en el mundo que la defensa de la fe. Para los cristianos que somos la inmensa mayoría en el mundo occidental se ha convertido en verdadero reto y más aún que traemos esa misión delegada por Nuestro Señor Jesucristo hace dos mil años.
Para el común de la gente la defensa y promoción de la fe está en manos de la Iglesia, pero no es exactamente así. Somos los laicos, esa gran mayoría los responsables de mantener y rescatar la fe de los virulentos ataques a la doctrina y en especial a los dogmas.
¿Qué hacemos cuando escuchamos golpear nuestros oídos con afirmaciones como las siguientes: 1) Que la Santísima Virgen no fue concebida por el Espíritu Santo y que fue madre biológica de otros hijos más? 2) Cuando se dice que Jesucristo no se encuentra en la hostia viva de la Santa Eucaristía, se niega la transustanciación que es convertir el pan en carne y el vino en sangre de Cristo, que esto es solo una figura simbólica o metafórica que recuerda la ultima cena. 3) La negación del infierno y la existencia de satanás como principal enemigo de Dios, es otro ataque a la fe, pues supone esa nueva tendencia que se trata de un imaginario mental y que el mal es relativo a los actos del hombre, pero que la tentación proviene de nosotros mismos y no de la existencia real del espíritu del mal, que es satanás y su ejército de demonios. 4) Que las posesiones diabólicas son estados alterados de la conciencia y problemas emocionales o mentales de las personas. 5) Que Jesús era un gran hombre, un iluminado con poderes excepcionales adquiridos por estudios y entrenamiento como los grandes gurús y yoguis de la India, un maestro, pero no el hijo de Dios.
Con todo lo anterior y ante los continuos ataques hacia la fe por errores y defectos humanos de algunos religiosos y laicos, se busca debilitar la creencia y la práctica, mutando hacia espiritualidades espurias provenientes de una novedad teológica, expuestas en la tendencia de la nueva era.
Estamos pues ante un inmenso peligro que no se advierte y al que lamentablemente se le está haciendo eco, negando dogmas, el credo católico y la doctrina de la iglesia expuesta en el catecismo.
Es preciso entender este fenómeno de los nuevos tiempos, en que el exceso de laicismo desborda las casas editoriales, los medios de comunicación, las redes sociales, la academia y la sociedad en sí. El secularismo invade todos los espacios que puede, permea la juventud y confunde a los tibios en la fe. Es un espacio bien ganado por los enemigos de la religión y un terreno perdido para los y católicos y cada católico que se pierde es una conquista para los planes del otro, lo que no significa que todo aquel que abandona la religión sea sujeto de condena, no, porque la gran mayoría son gente buena que se ha dejado llevar por muchas razones, donde nos cabe la culpa a los laicos y religiosos que hemos permitido perder fieles.
La tarea es hacer frente a la deserción, procurar correctivos doctrinarios a aquellos que se encuentran en confusión de fe, apoyar a la Iglesia Católica en su misión evangelizadora y llevar una vida de cara al evangelio y en gracia de Dios.
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