Las jugadoras de la selección femenina de fútbol de mayores han dado una inmensa alegría al país con su formidable participación en el mundial de Australia, que se convierte en el más importante resultado obtenido por Colombia en la historia de los mundiales de fútbol.
Así hayan quedado a medio camino del título, que con tanta convicción fueron a buscar, merecen llamarse campeonas, pues todas las acepciones de dicha expresión en el diccionario de la lengua les son aplicables: en efecto, es clara su primacía hoy en el concierto latinoamericano, defendieron más que esforzadamente la causa del país, cada una de ellas se ha convertido en una heroína que inspira e inspirará a muchas generaciones que querrán seguir sus huellas, y su reconocida fortaleza las convierte en guía de lo que actualmente significa enfrentar un desafío, hacer campo y entrar en batalla.
Responsabilidad, disciplina, sacrificio, respeto, coraje, voluntad, determinación, orgullo, son a su vez expresiones que las identifican y con las que habrá de recordarse su paso por este campeonato y por todas las etapas previas que las llevaron allá.
El camino no ha sido fácil, y no dejará de serlo, por eso ellas seguirán cosechando triunfos, abriendo puertas, rompiendo techos y barreras, al tiempo que seguirán poniendo en evidencia las incongruencias de los dirigentes que aún no logran entender la dimensión, ni el significado de su esfuerzo y de sus logros, así como la inaplazable transformación de la organización del fútbol femenino que debe realizarse en consecuencia.
Su memorable gesta en el corto plazo terminará generando resultados en dicho aspecto seguramente, pero tal vez lo que resulta más importante es el impacto que tendrá en el cambio de las mentalidades en la sociedad misma, que en ciertos sectores aún mira con recelo los nuevos roles y el protagonismo femenino que cada vez va dejando menos espacios por copar.
También valdría la pena que dicho éxito se convierta en una nueva oportunidad para reflexionar sobre los valores y principios que nos unen, así como en los elementos faltantes de ese lento proceso de construcción de nuestra identidad nacional, que no puede limitarse a los momentos de euforia y de orgullo en las victorias, sino que debe transmutarse en un propósito diario de fortalecimiento de nuestros lazos solidarios y de las razones y convicciones para vivir, trabajar, creer, crear, crecer y soñar juntos.
Las lecciones y el ejemplo que nos han dado estas invaluables mujeres, merecen no solo ser reconocidos, sino convertidos en herramientas valiosas de ese proceso colectivo al que estamos llamados a contribuir todos, ojalá con la misma entereza, compromiso y entusiasmo con los que ellas nos han reglado las alegrías de los últimos días.
@wzcsg
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