En el 776 a.C, hace 2.792 años se iniciaron los Juegos Olímpicos en una ciudad ubicada en el Peloponeso llamada Olimpia. Estos fueron unos juegos deportivos panhelénicos que se realizaban cada cuatro años. Atletas en diferentes disciplinas disputaban las preseas, en disciplinas como la gimnasia, el pentatlón que consistía en salto largo, lanzamiento de disco, jabalina y pruebas atléticas. También estaban la lucha olímpica, el boxeo, las carreras de 192, 1.500 y 10.000 metros. Se hacían carreras de carrozas con aurigas y pruebas ecuestres. Apolo participó en algunos de estos juegos.
Siglos adelante el Barón Pierre de Coubertin, en 1896, toma este milenario concepto de justas deportivas y evocando a la Grecia antigua, promueve los Juegos Olímpicos modernos, realizando su primera versión en Atenas. Como en la antigüedad, el Barón se inspiró en aquellas pruebas que continuaron con la historia y fue así que dio inicio a las olimpiadas que se celebran cada cuatro años como en aquellos tiempos. Solo se interrumpieron en tres ocasiones a causa de la primera y segunda guerra mundial.
En aquellas primeras olimpiadas modernas de 1896, en Atenas, participaron 241 atletas de 14 países y 9 deportes. Ahora, 120 años después en Río de Janeiro 2016 compitieron 12.500 atletas de 206 países en 28 deportes y más de 300 eventos. En efecto ha evolucionado mucho y es sorprendente ver como se rompen marcas mundiales. Por ejemplo en los 100 metros planos de pista, el record olímpico mundial Londres 2012 fue puesto por el jamaiquino Usaín Bolt en 9:63, mientras que en 1896 el estadounidense Tom Burke marcó 12:00. Es sorprendente que se necesitaron más de un siglo para reducir apenas dos segundos y unas décimas, pero así es el deporte. En mujeres la norteamericana Florence Griffith, en Seúl 1988, rompió el record mundial femenino que hasta la fecha no se ha podido superar, 10:54.
Las olimpiadas no sólo son unas justas deportivas donde se rompen marcas, son certámenes multimillonarios que mueven una economía sorprendente. Marcas comerciales, desarrollos tecnológicos en implementos y ropa deportiva, turismo, transporte, gastronomía, infraestructura y moda son algunas líneas que se benefician con los juegos. Pero también la política, pues todo durante dos semanas se suspende y los países se unen en un abrazo deportivo, sus atletas compiten sin distingo de ideologías o economías, todos los países son iguales y con la misma oportunidad, uniéndose los pueblos sin distingo político, religioso o cultural.
Más de cinco mil millones de personas en el mundo a través de la magia de la televisión se unen en un solo canto de alegría o tristeza al ver triunfar o perder a sus deportistas, pero finalmente queda el abrazo del vencedor y vencido como símbolo fraterno y la esperanza de volverse a encontrar en los próximos cuatro años. ¡El deporte une a los pueblos!
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