Dos brillantes y buenos seres humanos: Humberto De La Calle -abogado caldense, exmagistrado de la Corte Suprema de Justicia, exministro de Estado y ahora candidato a la presidencia-, y Sergio Jaramillo -políglota con los genes de LENC y de Miguel Antonio Caro, filósofo del Trinity College de Toronto, filólogo de Oxford, magister de Cambridge y candidato a doctor en Griego de la Universidad de Heidelberg-, lideraron con infinita paciencia, neuronas de amplio espectro y profunda visión, el cambio que le devolvió esperanza y viabilidad social a Colombia; sacaron de circulación miles de armas ilegales; rescataron de la clandestinidad a los ex combatientes de la guerrilla más antigua de América; movilizaron conciencia y cultura de millones de personas que aceptaron sustituir el chip de la violencia, por los andamios de la reconciliación.
Décadas de conflicto armado le están dejando el paso a la perspectiva de una democracia que algún día le haga honor a la etimología de la palabra.
Seamos sinceros: históricamente hemos tenido mucho demos olvidado y poco kratos responsable; somos propensos a las zonas de confort, así estén llenas de tanta hambre, sangre y fusil, que para muchos resulten miserables.
De La Calle dejó la jefatura del equipo negociador, porque aspira a ser presidente de Colombia. ¡Ojalá! Soy una micra, comparada con el enjambre político de nuestro país, pero haré cuanto pueda para que la amnesia y la venganza no guíen la decisión de los electores.
En dos meses, Sergio se va para Bruselas. Será impecable su trabajo, apoyará desde allá el posconflicto, y su familia lo recuperará. Pero me inquieta que se vaya en este momento de “buenos días, paz”, a la vez épocas de contienda pre-electoral, de guerras sucias promovidas por ególatras y bufones amargados. Me preocupa el devenir de esa confianza casi milagrosa que se logró construir entre adversarios. Quiera Colombia que nada lastime las promesas hechas, y las ilusiones que empezaron a germinar.
¡Son tan crueles y tan inconscientes, los huracanes promovidos por quienes extrañan y entrañan la guerra!
Sergio: siento por usted gratitud, admiración y el mandato moral de estar a la altura del reto que nos deja.
Usted, silencioso, reflexivo y firme, me recuerda la discreta grandeza del eucaliptus de mi colegio; con la conciencia y las manos limpias -muy distinto a tantos políticos que nos agobian y estafan-, usted no ha ejercido cargos: ha ejercido vida, con el más alto grado de generosidad.
No se lleve en su equipaje las veces que Colombia fue injusta y desagradecida con usted: no vale la pena. Llévese la felicidad del deber, el pensar y el hacer cumplidos; la imagen de las calles y las plazas llenas de banderas blancas.
Esos puentes de confianza que usted construyó en medio de un país que se estaba matando, harán posible la reconciliación. Llévese eso, y un abrazo inagotable, capaz de cruzar el mar, en clave de paz. Llévese un #GraciasSergio escrito con el silencio de las armas, y con el latido de cada una de las vidas que usted salvó.
ariasgloria@hotmail.com
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