Los colombianos están tan poco acostumbrados a los mecanismos de participación, a pesar de que existen en la Constitución desde 1991, que aún no hay suficiente claridad sobre el significado de la decisión que tomarán el próximo domingo.
Ese día los ciudadanos dirán qué es lo que quieren y le darán al Presidente un mandato para tal efecto.
El Jefe del Estado puede decir hoy lo que desee para impulsar el voto a favor del Sí, pero él sabe, tiene que saberlo, que su deber será cumplir con lo que determine el pueblo colombiano.
Lo fundamental de la jornada electoral el 2 de Octubre es eso. Todos los que acudan a las urnas darán una instrucción clara. Resolverán si hay que desarrollar el acuerdo entre el Gobierno y las Farc, o si se debe buscar uno que satisfaga de mejor manera las expectativas de la gente.
Dicho objetivo puede alcanzarse reorientando el que hoy se conoce, o buscando acuerdos adicionales, aclaratorios o complementarios.
El plebiscito no se convocó para averiguar qué piensan Santos y Timochenko. La razón de ser su convocatoria es conocer cuál es el mandato que la gente le dará al Presidente.
Comete un grave error institucional y político la cabeza del Ejecutivo cuando proclama que si el No gana se parará de la mesa y todo habrá llegado a su fin.
¿Puede atreverse a decir que en esa hipótesis la voluntad de la gente será acabar con lo que se ha hecho? ¿O deberá entender que si gana el No lo que anhelan los ciudadanos es que se busque un acuerdo mejor?
Desde luego que el mensaje será el segundo.
Es tan evidente, que resulta innecesario hacer algún esfuerzo para afirmar que, en dicha eventualidad, los votantes estarían gritando queremos la paz y la desaparición de las Farc como grupo armado ilegal, pero estamos en desacuerdo con que los responsables de los más graves delitos no paguen ni un solo día de cárcel y puedan ser elegidos inmediatamente.
¿Será, además, muy difícil que el Presidente comprenda que a fin de cumplir con ese mandato conserva facultades plenas para negociar acuerdos complementarios, aclaratorios, adicionales, o como quiera llamarlos, con las Farc?
Esperemos que no sea tan complicado.
De otro lado, la mencionada organización acaba de decir que no renegociarán nada.
¿Quién les dijo a los integrantes del nuevo partido político que el plebiscito es para escuchar qué piensan Timochenko y sus amigos?
Si es verdad que quieren empezar a jugar en la legalidad y con las normas de la democracia, es bueno que se vayan acostumbrando a sus reglas. Deben tener presente, entonces, que cuando aceptaron el plebiscito como mecanismo de refrendación lo que hicieron fue decir que acatarían el resultado y no solamente su celebración.
¿O es que respetarán el resultado si les gusta y lo rechazarán si no les gusta? ¡Por ahí no es la cosa señores!
En la hipótesis de que en realidad hayan decidido hacer política sin armas, tendrán que acatar lo que los ciudadanos, el soberano, el pueblo, del cual tanto hablan, determine.
Por otra parte, el acuerdo Santos-Timochenko deberá reajustarse, modificarse, reorientarse, etc. a lo largo del proceso de implementación.
¿O es que la soberbia los lleva a creer que ya se previeron todas las circunstancias del futuro? No están ni tibios. Miren lo que ha pasado en otros procesos para que se bajen de esa nube.
Respetar lo que la gente decida el 2 de Octubre es el camino.
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