PUERTO LIBERTAD

El domingo  decidiremos si nos quedamos anclados al odio pasado, presente y futuro que generan las guerras, o si desminamos la memoria y nos atrevemos a construir una sociedad viable.

El mundo nos mira con esperanza; dejamos de ser los parias de la violencia y el narcotráfico, para convertirnos en un ejemplo de lo que se puede lograr cuando la perseverancia ocupa el lugar de los impulsos, y la concertación, el del resentimiento.

Tengo amigos y compañeros de sueños y tareas en diferentes lugares del mundo, y a ninguno le cabe en la cabeza que el próximo domingo Colombia pueda  malograr la oportunidad que tiene entre las manos. ¿Quién buscaría defraudarse a sí mismo y suicidarse en la guerra por miedo a vivir en paz? ¿Quién quisiera volver a las caravanas de campesinos desplazados y a las fosas comunes  perdidas en las montañas?

Seguramente incluso  los defensores del No, responderían ¡Nadie! ¿Entonces?

A veces siento que la  cultura del odio se impregna en las decisiones  de los humanos,  como el humo y la nicotina  en  los paños de los fumadores. Y eso ahoga.

Bueno... Llegó la hora de demostrar que tenemos más voluntad y más capacidades  que una cortina.

El acuerdo real es el que existe, al que llegaron luego de cuatro años de reconocerse los unos a los otros, como colombianos, no necesariamente como enemigos. Entendamos: no  va a haber un acuerdo mejor. Es impensable una renegociación. Si a estas alturas  les dan un portazo a ambos actores del conflicto, ni las Farc ni el Gobierno volverían a sentarse en ningún escenario del planeta, a nada distinto que a sacarse los ojos. Y un mundo ciego no puede ser nuestra elección. La ciencia  sabe trasplantar córneas y pulmones; pero no espíritus; ni mañanas; ni reconciliaciones. A los intangibles sólo los modifica la conducta, la capacidad de pensar y sentir distinto, la voluntad de no ser multiplicadores de tristezas y  derrotas.

Nadie va a hacer la tarea en nuestro nombre. Muy solidarios el Papa, los noruegos, Obama y las Naciones Unidas… pero todo tiene un límite, y no visualizo un país o una autoridad que se preste a apoyarnos en un nuevo intento, si este domingo cometemos el absurdo del No...la cobardía, de rechazar el camino incierto de la paz, por quedarnos tan dignos y tan  muertos, en el innegable sendero de la guerra.

Votaré por el Sí,  como voté por escribir, por ser mamá, médica y abuela. Sin desconocer los riesgos. Sin negar el miedo; sin poder vacunarme contra la censura o el error. Con los ojos  dispuestos a repetir primaveras y no Hiroshimas, y  arrepentirme de los escepticismos y no de las confianzas.

Prefiero mil veces exponerme a fracasar por defender una posibilidad de paz, que triunfar en cualquier eslabón que se apoye en la vergüenza de la guerra.

El domingo, #ObvioQueSi. Los invito a cambiar la Colombia de  la vida  a media asta, por el país de las banderas blancas y la convivencia posible. Y que "Mambrú vuelva a la escuela".

ariasgloria@hotmail.com